Un nuevo perfil sacerdotal

M_Colombia

RAFAEL DE BRIGARD, sacerdote de la Arquidiócesis de Bogotá y periodista

La Arquidiócesis de Bogotá ha reunido recientemente a todo su clero a través de unas asambleas de trabajo, en aras de dar impulso certero a las nuevas iniciativas de evangelización.

Ha sido muy interesante ver, escuchar y sentir a este grupo de hombres consagrados a la misión dentro de su estilo de personas que pertenecen al mundo actual y no a épocas ya idas. Se siente en ellos el frescor de los adultos modernos, la libertad de las personas de hoy en día y también el orgullo por haber consagrado su vida al sacerdocio. Muchas buenas sorpresas se llevarían otras personas que pudieran haber estado en estas asambleas al ver el espíritu de estos hombres, su capacidad de reír, su fraternidad, su interés por evangelizar en estos tiempos y también por su informalidad y apertura.

Creo que, poco a poco, el clero, los sacerdotes concretos de nuestra época, hemos ido dándole un nuevo perfil al ejercicio de la vida sacerdotal. En primer lugar, se podría decir que el sacerdocio ha sido desacartonado y ha sido revestido de jeans para poder andar con vigor por los caminos de la vida.

Esto ha producido unos sacerdotes alegres, de mucho contacto con la gente y, seguramente, con un equilibrio interior más natural que en otras épocas. En segundo lugar, estos hombres han puesto el sacerdocio y al sacerdote muy al alcance de las personas, ya que en favor de ellas recibieron el encargo ministerial. Para servir impulsados por el Espíritu a todo aquel que necesite el amor de Dios y la cercanía de sus hermanos.

Además, el sacerdocio de ahora, en buena medida, transcurre en las calles, por donde deambula la multitud, y esquivo es a encerrarse en viejos y oscuros despachos, aunque algún tiempo la misión se dé allí también.

Dentro de este nuevo perfil, también hay que destacar algo que, quizás en los recintos donde se escriben los mundos ideales, no siempre es bien captado ni entendido. Los sacerdotes actuales, los que están en la calle de la ciudad, han logrado acompañar a las personas en sus situaciones concretas sin dogmatismos irrealizables y sin pragmatismos fríos. Son verdaderos acompañantes que saben que la vida tiene sus propias leyes inexorables y que no es que la gente sea insensata al actuar, sino que se le imponen situaciones existenciales inevitables. Y son también buenos acompañantes porque, en medio de la crudeza de la realidad, también invitan a ver horizontes mayores y más amplios, pero a sabiendas de que conquistarlos no es asunto automático ni inmediato.

Hay en el sacerdocio, como cuerpo de servidores de Dios y de la humanidad, una sabiduría acumulada de valor incalculable.
 

En aras del Reino

El nuevo perfil deja ver también un gusto notable y preferencial por la típica y propia tarea de evangelizar. Es de notar cómo al clero actual, al menos en su gran mayoría, poco le atrae estar en “posiciones de importancia” en la Iglesia. Al cura actual le gusta su independencia para adelantar la misión, la posibilidad de estar siempre con su comunidad, la creatividad en sus celebraciones, la libertad para moverse en medio de un ambiente que requiere alta capacidad de adaptación.

Esto también ha ido generando nuevas y positivas dinámicas y resultados en la tarea evangelizadora. Con esta manera de hacer las cosas, hoy en día ha sido posible llegar a nuevos lugares, a nuevos ambientes y quizás se han abandonado otros donde ya no valía la pena seguir gastando munición.

Finalmente, quisiera destacar un aspecto del clero actual tal vez sorpresivo para algunos: su relativa juventud. Por ejemplo, todo el pastoreo del suroriente de Bogotá está en manos de un clero que ronda los 45 años de edad. Energía por donde quiera que se mire hay allí.

Si la autoridad eclesiástica es capaz de asimilar este nuevo perfil de sacerdote, sabrá que es mejor desatar toda esta fuerza en aras del Reino que atajar y controlar demasiado. Y se me olvidaba un dato: el Papa actual, ¡sí que es de otro perfil!

En el nº 2.901 de Vida Nueva

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