ANTONIO GIL MORENO, sacerdote y periodista |
Creo que el mundo actual necesita, después de un “Papa de la esperanza”, como fue Juan Pablo II, y de un “Papa de la fe”, como ha sido Benedicto XVI, un “Papa de la caridad”. Un papa que haga más creíble el rostro de la Iglesia de Jesús a los hombres y mujeres de hoy, que sea la “columna blanca” de la bondad de Dios y de la paz en la construcción de un mundo mejor, por más humano y por más cristiano.
El próximo pontífice tendría que ser un pastor, un verdadero discípulo de Cristo, a quien ha de amar profundamente. Un pastor enérgico y, por tanto, un hombre de gobierno que ponga orden y proponga soluciones ante los problemas difíciles y urgentes que se plantean en su grey.
El nuevo papa ha de ser alguien que conozca al hombre de hoy y a su cultura; que domine el lenguaje del pueblo sencillo y, a la par, de los altos dirigentes; que ejerza de “pontífice”, de “constructor de puentes”, para que todos podamos cruzar de una orilla a otra, de la orilla de Dios a la orilla del mundo, en diálogo abierto, en comunicación cordial y amable, sin luchas fratricidas ni enfrentamientos sin sentido.
El mundo espera un papa de espíritu joven,
de semblante alegre, de firmeza en
sus planteamientos y decisiones,
de apertura al mundo y a la humanidad y,
a la vez, un hombre sencillo.
El nuevo papa ha de ser un hombre que afronte los desafíos de la Iglesia y del mundo: la falta de amor, de verdad, de justicia y de libertad, en muchos ámbitos eclesiales y eclesiásticos; el relativismo que devora las conciencias libres; el laicismo que ensalza y propone los “nuevos dioses” de una posmodernidad que nos va degradando por días, sobre todo, a las naciones occidentales del primer mundo; la epidemia de la corrupción que afecta a instituciones y personas.
Un papa físicamente vigoroso, para poder enfrentarse a la carga espiritual del papado; un hombre de una gran fuerza espiritual, capaz de soportar las heridas sin ser destruido por ellas.
En una palabra, el mundo espera un papa de espíritu joven, de semblante alegre, de firmeza en sus planteamientos y decisiones, de apertura al mundo y a la humanidad y, a la vez, un hombre sencillo, cercano, humilde, piadoso, que irradie a Cristo y nos lo haga visible con sus palabras, con sus gestos, con su estilo de gobierno. Un papa que derrame e infunda ilusión, esperanza, confianza, “resurrección y vida”…
En el nº 2.839 de Vida Nueva.
NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: PREPARANDO EL CÓNCLAVE