(Camilo Maccise OCD-Mexicano, expresidente de la Unión de Superiores Generales) Monseñor Piero Marini, quien durante 20 años fue Maestro de las Ceremonias Pontificias, presentó hace poco un libro con sus memorias, publicado en inglés con el título Una reforma desafiante: constatando la clarividencia de la renovación litúrgica. Hasta octubre del año pasado él fue responsable de organizar las celebraciones litúrgicas presididas por el Papa. Impulsor de la reforma, favoreció la participación activa de los fieles en la liturgia y la inculturación de la misma. Permitió incluir ritos y tradiciones locales en las diferentes naciones: tambores, música de las diversas culturas, danzas, ceremonias. Era del parecer que debería dejarse un margen de decisión en materia litúrgica a las conferencias episcopales, y no controlar todo desde Roma.
En su libro, Marini recuerda los años del Concilio y los inmediatamente sucesivos en los que se pasó de la misa tridentina en latín a la actual en las lenguas vernáculas. Hace ver con valiente sinceridad las tensiones que se dieron entre el Consejo para la reforma litúrgica, instituido por Pablo VI, y la Curia Romana, que se oponía frontalmente a esos cambios. En un principio parecía que los promotores de la reforma litúrgica habían triunfado, pero, poco a poco, esos cambios comenzaron a ser discutidos y monseñor Bugnini, fautor de la renovación, cayó en desgracia y fue alejado de Roma como pronuncio en Irán. Marini escribe que “ése fue probablemente uno de los primeros signos de la tendencia del regreso a una mentalidad preconciliar, que ha caracterizado desde hace años la actitud de la Curia”. Cerrar el paso a un pluralismo de expresiones litúrgicas legítimas dentro de una unidad fundamental es absolutizar una cultura que aleja a los fieles y dificulta la inculturación del Evangelio.
Publicado en el nº 2.599 de Vida Nueva (América Latina, página 37).