NICOLÁS CASTELLANOS FRANCO, OSA | En la Cuaresma de 2011, los obispos de Bolivia publicaron una carta pastoral de gran calado humano, social, evangelizador y pastoral; un grito profético que levanta la esperanza de los 5,2 millones de bolivianos que viven en pobreza y de los 2,7 millones que padecen extrema pobreza (Datos del PNUD 2011). El título de la misma es significativo y significante: Los católicos en la Bolivia de hoy: presencia de esperanza y compromiso.
Se trata de un documento oficial de la Iglesia de Bolivia, la voz de nuestros pastores. Un documento cercano, comprensible, sugerente, didáctico, iluminador, anunciador, denunciador, crítico, constructivo; muy respetuoso, sin perder, por eso, fuerza profética.
Bien documentado en la Palabra de Dios, en los dichos y hechos de Jesús, en la Doctrina Social de la Iglesia, está inspirado en el Concilio Vaticano II y en el Magisterio sabio de nuestras grandes Asambleas Episcopales de América Latina y El Caribe: Medellín, Puebla, Aparecida (creo que a Santo Domingo no lo citan nunca), y de los sucesores de Pedro: Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Clava sus raíces en la realidad convulsa, empobrecida, maltratada por el narcotráfico, la corrupción, el contrabando… La realidad de un país donde reina la mayor desigualdad social de América Latina y en donde vive un pueblo esencialmente bueno, sano, creyente, mariano, solidario, hospitalario, que sabe aprovechar las pocas oportunidades que se le brindan.
El mensaje de nuestros pastores recoge los valores sembrados por el Movimiento al Socialismo (MAS), evalúa sus desviaciones y ofrece respuestas humanas, cristianas, solidarias, éticas y morales para recuperar el rostro genuino, atrayente de la Bolivia profunda y de esa Bolivia de hoy que quiere Pan y Justicia para todos, a la sombra y ternura de Dios, Padre y Madre, que bendice siempre a nuestra Bolivia.
Destacan en el documento propuestas alentadoras de fe y cauces concretos de evangelización hoy, pasando por una defensa valiente de todos los derechos humanos y un compromiso con la promoción integral de todo el hombre y de todas las mujeres y hombres, para reducir las fronteras de la pobreza.
Se trata de un texto eminentemente anunciador, animador de la comunión, de la inclusión, de la fraternidad e integración de los indígenas, los criollos, los afrobolivianos, los mestizos, los blancos, porque todos somos bolivianos.
Pero también nuestros obispos bolivianos piden con fuerza que se reduzcan estas desigualdades irritantes, que erradiquen males ancestrales, como la corrupción, el narcotráfico, ese cáncer mortal de Bolivia que ocupa el primer plano de la actualidad.
Y nuestros prelados denuncian sin miedo, como profetas: “El fenómeno nuevo de sofisticados centros de producción de drogas en pueblos y aldeas, a lo largo de todo el territorio nacional, incluso en regiones en donde no se produce coca, muestra con claridad y honda preocupación la insuficiente acción del Gobierno en una efectiva lucha contra el narcotráfico, además del relajamiento del control social y de referencia ética en nuestra sociedad”.
Nuestros obispos terminan con un mensaje de futuro, de fe en el Dios de la vida: “Queremos despertar en el corazón de todos los bolivianos la Esperanza y el Compromiso de seguir construyendo una Bolivia justa y solidaria, casa común para todos”.
En el nº 2.783 de Vida Nueva.