JOSÉ MORALES MARTÍN (PALAFRUGELL, GIRONA) | Uno de los aspectos más inquietantes de los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla es la aparente pasividad de las autoridades marroquíes ante el paso de los inmigrantes ilegales por su territorio, hasta permitir su concentración en montes cercanos.
Se da la paradoja de que Marruecos ha puesto en marcha una nueva política de inmigración que ha sido muy elogiada por Bruselas y que está basada en la lucha contra la trata, la concesión de permisos de residencia a los refugiados y la atención a cuantos se encuentran en situación irregular. Esta nueva política ha dado pie a nuestro ministro del Interior a acordar con su homólogo marroquí una intensificación de la colaboración que empieza a dar resultados.
Pero lo que es más apremiante es la implicación de la Unión Europea.
En el nº 2.887 de Vida Nueva
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