Una oportunidad para ser proféticos

Las protestas contra el realojo desafían a la Pastoral Gitana en Galicia

(María Gómez) El pasado 3 de abril se constituían las comisiones permanentes de integración del colectivo gitano para el Ayuntamiento de A Coruña. Era el primer paso del plan de actuación anunciado por el vicepresidente de la Xunta, Anxo Quintana (que cuenta con el “apoyo total” de la Asociación Pueblo Gitano de Galicia, según su portavoz, Sinaí Giménez), para conseguir solucionar el conflicto desatado hace unas semanas, cuando vecinos de dos barrios de A Coruña y Pontevedra salieron a la calle a protestar por el probable realojo de varias familias gitanas en barrios residenciales. Los conflictos de O Vao (en Poio, Pontevedra) y de Penamoa (A Coruña) difieren en sus orígenes: en el primer caso, el realojo se decide a partir de una sentencia judicial; en el segundo, por el trazado del proyecto de una nueva circunvalación de la ciudad. Pero coinciden en el fondo: los vecinos se niegan argumentando problemas de droga y delincuencia.

Las protestas vecinales provocaron enfrentamientos, llegando incluso a las manos con las autoridades civiles, aunque el miedo a que pasara algo así viene de atrás, porque no es mentira que hay droga y delincuentes en O Vao y Penamoa. Sin embargo, a pesar de que son los poblados chabolistas de mayor dimensión de la Comunidad, son una mínima parte de los gitanos que hay (unos 10.500, según la Federación Secretariado Gitano de Galicia), y muchas entidades rechazan que sean los más representativos de la etnia gitana. La propia Federación sostiene que el 90% de los gitanos residentes en Galicia están integrados, aunque la percepción social sea otra.

De ‘etiquetas’ habla Luis Seoane, párroco de Monteporreiro, el barrio de 7.500 habitantes donde se pretendía realojar a los chabolistas de O Vao. “Que haya hechos delictivos en un poblado no significa que todos los ciudadanos sean así. No se puede etiquetar a todo un poblado por lo que hace una familia”. Desde el momento en el que el Ayuntamiento de Poio y la Consellería de Vivienda hablaron de demoler el poblado y llevar a los ‘desplazados’ a Monteporreiro, Seoane percibió el desagrado de los vecinos. Por ese motivo, escribió el manifiesto No a la droga o exclusión que fue leído en muchas parroquias durante la pasada Cuaresma. “El planteamiento –explica a Vida Nueva– es hacer que la gente reflexione si está en contra de las drogas o de los gitanos. Hubo muchas reacciones contrarias a lo que estaba pasando que no eran cristianas. No se trata de juzgarles ni de justificar los delitos, pero sí de hacer pensar que ésas no son las formas y que la gente merece una oportunidad”.

Seoane asegura que “la convivencia es tranquila”, y es la experiencia lo que le lleva a pensar que la solución a este conflicto debe pasar por el trabajo como se ha hecho hasta ahora: “La postura de la Iglesia es ir trabajando por la integración no en estos contextos de ruptura y de ánimos excluyentes, sino con paciencia, tomándonos el tiempo suficiente, e incidiendo en el ámbito educativo”.

Es la misma postura que se adopta en el Apostolado Gitano de Santiago de Compostela. “Hay gente que lleva aquí más de 20 años, y son estupendos”, aclara José Luis García de la Torre, delegado diocesano, con respecto a la población gitana en A Coruña. Sin valorar cuestiones políticas o de otro tipo, prefiere quedarse con los frutos de décadas de pastoral por la integración, “que son bastantes”. Como objetivos a corto y medio plazo, De la Torre asegura: “Seguiremos ayudando a través de la Delegación y de Cáritas a quien nos pida ayuda”.

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