Una santa peregrinación

Una santa peregrinación

Opinión

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PATRICIA MURRAY, IBVM (SECRETARIA EJECUTIVA DE LA UNIÓN INTERNACIONAL DE SUPERIORAS GENERALES) | El poeta y filósofo irlandés John O’Donohue describió una vez la gracia como el “clima permanente de divina bondad; la perenne infusión de primavera en el invierno de la desolación”. Desde su elección, las palabras y los simbólicos gestos del papa Francisco han hecho tangible la gracia de Dios. Uno de los momentos más significativos para mí fue la profunda ternura que mostró cuando abrazó a Vinicio Riva, el italiano enfermo de neurofibromatosis, el mal que cubre el cuerpo de bultos, inflamaciones y llagas que provocan prurito. El Papa le abrazó espontáneamente en la Plaza de San Pedro sin decir una palabra.

Tan acostumbrado está Vinicio a las miradas de los transeúntes, que quedó confundido por la falta de dudas del Papa. Dijo tras el encuentro: “Él no tenía miedo de mi enfermedad, me abrazó sin decir nada. Sentí un gran calor”. Su tía, que le acompañaba en la peregrinación, recordaba que miró al suelo, hacia los zapatos del Papa, y pensó: “Sí, es alguien que realmente camina”. A pesar de que el encuentro solo duró alrededor de un minuto, Vinicio dijo que volvió a casa sintiéndose diez años más joven, como si se hubiera liberado de una carga.

Ahora que empezamos el Año de la Vida Consagrada y el año dedicado a la preparación del Sínodo de la Familia, los elementos de este conmovedor encuentro en la Plaza de San Pedro señalan al viaje interior y exterior que todos estamos invitados a seguir, seamos religiosos o laicos. El “abrazo espontáneo”, la “ausencia de miedo”, el “alguien que realmente camina” y el “liberarse de la carga” son indicios sobre lo que tiene que ocurrir durante un viaje transformador.

  • Alguien que realmente camina”. Durante el Año de la Vida Consagrada, los religiosos están invitados en primer lugar a recordar y estar agradecidos por todo lo que ha existido en las historias de sus congregaciones. Hay también errores por los que debemos humildemente pedir perdón de manera individual y corporativa. Al lado de esta memoria de gratitud y penitencia, estamos también invitados a descubrir “una gran historia que construir”, como escribe Francisco en su carta apostólica. Tenemos que parecer como gente “que realmente camina” hacia las nuevas periferias para encontrar a los perdidos y abandonados, para llamar a las puertas, para parar a la gente en las calles para charlar, para trabajar para cambiar.
  • Un abrazo espontáneo, sin miedo”. Este año especial pide a los religiosos que vivan el presente con pasión, abriéndose a ser desafiados cada día por el Evangelio. Debemos descubrir su frescura de nuevo para convertirnos en testimonios de encuentro y de comunión. Los religiosos en tantos lugares del mundo están al lado de los campesinos sin tierra, de las víctimas de la guerra, de los migrantes, de los refugiados y de los cautivos. El Papa nos recuerda que, como los fundadores y fundadoras, debemos preguntarnos si hoy nuestros ministerios y presencias responden fielmente a las necesidades contemporáneas a la luz de los carismas de nuestras congregaciones. Nuestras respuestas deben ser creativas y adaptadas a las culturas y contextos en los que nos encontramos.
  • Liberados de una carga”. La carta apostólica del papa Francisco habla, finalmente, de la necesidad de que los religiosos “abracen el futuro con esperanza”. La Vida Religiosa en todo el mundo afronta muchos desafíos. Estamos invitados a mostrar la debilidad con la que nos dirigimos a Dios y la compasión con la que Él nos abraza. Así nos liberamos del peso de nuestra fragilidad humana y podemos testimoniar que Dios es capaz de inundar de alegría nuestros corazones. Al caminar hacia el futuro con esperanza, nuestra vida se convierte en “una santa peregrinación”.

Que la gracia de Dios nos alimente, restaure y renueve durante este Año de la Vida Consagrada.

En el nº 2.923 Especial Vida Consagrada de Vida Nueva

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