Urge otra cultura vocacional

religiosas en grupo rezando

religiosas en grupo rezando

CARMEN ROMÁN, OP | “La palabra del Señor era rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones” (1 Sam 3,1). Tal vez esta frase que enmarca la llamada al niño Samuel quiere apuntar no al silencio de Dios, sino más bien a la escasez o ausencia de líderes preparados para acoger su Palabra. La situación de la Vida Religiosa (VR) actual, o más bien, la falta de vocaciones, trae de cabeza a la mayoría de institutos y congregaciones hasta el punto de idear formas, estilos, modelos diferentes que les ayuden a subsistir en este tiempo de crisis.

Hemos escuchado con frecuencia que el futuro de la Vida Consagrada no se juega sobre el número de personas, sino sobre la calidad del seguimiento evangélico y la fidelidad creativa que viven y testimonian sus miembros (VC 63).

Es cierto que la calidad de la VR es elemento primordial en todo despertar vocacional, como dice Mariano Garona en su artículo Vocaciones Nuevas, ¿para qué? A vocaciones nuevas, vida religiosa refundada. El autor cree que hemos identificado el carisma con la actividad a realizar, elevando lo secundario a la categoría de fin, desdibujando así la esencia de la VR.

Ya el documento del Congreso sobre las Vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada en Europa del año 1997, hablaba del “hombre sin vocación” como el modelo antropológico que prevalece, donde el joven vive una cultura pluralista, ambivalente, “politesista” y neutra.

Por un lado, buscan autenticidad, afecto, amplitud de horizontes; por otro, se sienten solos, engañados por las ideologías y confusos por la desorientación ética.

En su relación con la Iglesia, en un amplio sector perdura el temor a que una experiencia en la misma coarte su libertad, mientras que para otros muchos, la Iglesia permanece o está llegando a ser el más autorizado punto de referencia.

Estos jóvenes, inculturados en el contexto moderno y posmoderno,
desafían a la Vida Consagrada para que asuma
nuevos estilos de vida y de iniciación a los grandes valores espirituales.

Se hace necesaria y urgente una nueva “cultura vocacional”, como decía Juan Pablo II. Se trata de una cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir. De ahí que la pastoral vocacional deba dar un salto “cualitativo”.

En consecuencia, una Vida Consagrada nueva exigiría nuevas cualidades a sus candidatos, pero también esos mismos jóvenes, inculturados en el contexto moderno y posmoderno, desafían a la Vida Consagrada para que asuma nuevos estilos de vida y de iniciación a los grandes valores espirituales.

Benedicto XVI recordaba que hay que garantizar el humus vital a los nuevos brotes que van surgiendo. ¿Cuál es este humus en el que van floreciendo vocaciones a la Vida Consagrada, procedentes de diferentes movimientos religiosos?

Tal vez, frente a la situación de crisis que vive gran parte de nuestro mundo y que da lugar a las grandes crisis existenciales y personales, el joven busca la tierra firme de la seguridad, donde la institución, casa, edificio, constituciones, aportan la estabilidad que busca, sin la reflexión suficiente de que el Hijo del hombre no tiene ni dónde reclinar la cabeza.

En esta sociedad éticamente neutra, ¿no querrán más bien el humus de una estética que favorece un marco litúrgico armónico y bello, expresado a ritmo del salterio, sin llegar a plantearse que el desafío de la espiritualidad se coloca entre las emergencias más importantes y una de las tareas más urgentes del futuro?

¿No se estará favoreciendo un humus comunitario, en el que se propicien unas relaciones donde la diversidad y la responsabilidad personal no sean lo que prime, sino la uniformidad y lo regulado externamente, provocando una cierta despersonalización?

Se tratará más bien de construir comunidades humanizadoras, con unas relaciones interpersonales sanas, centradas en Jesucristo, que compartan la vida, practiquen el discernimiento y se lancen generosa y creativamente a un servicio profético; unas comunidades cercanas a la gente, abiertas a los laicos y a las necesidades de su entorno e insertas en la Iglesia local.

Recuperar la experiencia de Dios

Nos toca preparar el humus vital de esa tierra buena que acoge la Palabra y da frutos de vida, propiciar espacios de lectio, escucha y celebración de la Palabra, que hará que esta construya esa cultura vocacional que lleve a otros a responder con prontitud al servicio de la misma. Es urgente recuperar la columna vertebral sobre la cual se pone en pie la VR: la experiencia de Dios (VC 63).

La refundación de las congregaciones
reclama una espiritualidad evangélica,
encarnada, enraizada en Jesucristo, en el Evangelio
y apasionada por el Reino de Dios.

La refundación de las congregaciones, la apuesta por una mayor vitalidad que incluya vocaciones nuevas, reclama una espiritualidad evangélica, enraizada en Jesucristo, en el Evangelio y apasionada por el Reino de Dios. Una espiritualidad encarnada, de ojos abiertos a lo nuevo.

En la celebración del bicentenario del nacimiento del P. Lacordiere, la inscripción que conmemoraba el acto rezaba: “Soy ciudadano de los tiempos futuros, del tiempo que está por venir”. Toda una invitación a apostar más por la mística que por la estrategia para descubrir qué quiere Dios de nosotros.

Jesús sigue recorriendo hoy las orillas del mar de Galilea, sigue viendo y llamando, y quien tenga la suerte de percibir su mirada, solo le quedará dejar las redes y seguirle.

En el nº 2.787 de Vida Nueva.

 

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