Viajes absorbidos

Jlcorzo 10(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid)

“En una clase de Teología me veo con dos chinos, varios latinos, tres africanos y un misionero navarro que lleva 30 años en Japón. Un par de españoles. Temo no acertar; cada cuestión pastoral se multiplica en luces y sombras. ¡Qué envejecida veo a Europa!”

El que no viaja es porque no quiere. Era cosa de dinero (o por dinero, como la emigración), pero ya cuesta menos. Aunque la abundancia estraga. Ir a otro país, a base de contrastes, era una experiencia única para conocer el propio. Recuerdo a los que iban por Europa durante el franquismo y sus comparaciones al volver. Hoy, la gente compra un paquete turístico de 10 días y vuelve a su casa como si nada.

Ahora llega otro fenómeno social: el viaje te lo hacen sin moverte de casa. Los forasteros se han mezclado tanto con nosotros que en un vagón del metro los españoles son minoría. Latinos, chinos, africanos, británicos y alemanes llenan tu barrio y se quejan de los precios como tú. En realidad, ¿dónde estamos? ¿En España? Sin duda, pero en un mundo nuevo, más globalizado, mucho mejor. Duele perder lo típico, pero es irremediable y no parecen impedirlo ni los nacionalistas.

¿Y la Iglesia? Católica como es, estará a sus anchas…, aunque adormecida la eclesiología conciliar de las Iglesias particulares. Pero también en ella nace viajar por absorción: en una clase de Teología me veo con dos chinos, varios latinos, tres africanos y un misionero navarro que lleva 30 años en Japón. Un par de españoles. Temo no acertar; cada cuestión pastoral se multiplica en luces y sombras. ¡Qué envejecida veo a Europa! Y, además, nuestras peleas internas qué poco sentido tienen en otras Iglesias. Bien lo sabría el gran viajero Juan Pablo II. Difícil centralizar nada desde Roma. Pero la novedad es el viaje absorbido. Vuelve a parecerme profética la ironía de Lorenzo Milani al dedicar su libro (¡en 1958!) a los misioneros chinos que harían una nueva evangelización de Italia dentro de mil años. ¿O ya?

En el nº 2.701 de Vida Nueva.

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