Vuelve el símbolo

Francisco Juan Martínez Rojas, delegado de Patrimonio Cultural de JaénFRANCISCO JUAN MARTÍNEZ ROJAS | Deán de la Catedral de Jaén y delegado diocesano de Patrimonio Cultural

“El arte no puede reducirse a un bello solipsismo, sino que tiene una irrenunciable vocación de comunicación…”.

En 1911, el pintor ruso Vasili Kandinski publicó De lo espiritual en el arte. En él, se detecta el anhelo por superar las consecuencias de la modernidad. Y es que uno de los límites que afectan al arte sacro en la actualidad es el paradigma cultural de la contemporaneidad, marcado por la ruptura de los llamados trascendentales del ser.

Los valores estéticos objetivos, que otrora daban forma a la belleza, huyeron en desbandada ante el aplastante triunfo del individualismo subjetivista, que se centra únicamente en el arte como manifestación personal del sujeto que produce, sin importar que la creación artística deba ser destello de una belleza objetiva, que vaya más allá de la singularidad del artista.

Ello provocó una fragmentación, que se tradujo en la proliferación de un bosque de “ismos” artísticos, donde la belleza debía ser explicada al espectador, porque se había roto el lenguaje simbólico artístico que servía para comunicar.

Pero la comunicación estética necesita la objetividad del símbolo. La reciente publicación en español de dos obras de los jesuitas Marko I. Rupnik y el cardenal Tomáš Špidlík es buena prueba de ello.

La creación del Centro Aletti y la tarea que lleva a cabo, reinterpretando cánones artísticos clásicos con lenguaje artístico moderno desde una simbología objetiva, demuestra que el arte no puede reducirse a un bello solipsismo, sino que tiene una irrenunciable vocación de comunicación, de comunión entre el artista y quien contempla su obra.

En el nº 2.872 de Vida Nueva.

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