(Jesús Sánchez Adalid– Sacerdote y periodista)
“La mejor defensa de la persona contra la vejez de espíritu, la anquilosis mental y la aridez de corazón es la observación inteligente y amorosa de cuanto hay. Lo mismo sucede en la vida de las instituciones, y en la de la Iglesia singularmente”
En este libro -contrariamente a lo que se viene publicando- no se cuestiona al papado, ni la autoridad magisterial de la Iglesia; tampoco se sostienen tesis protestantes, ni se reclama una inmediata reforma eclesial, ni siquiera un aggiornamento forzado. Coloquios nocturnos en Jerusalén es el ejercicio de sinceridad, y de fidelidad a sus principios cristianos de un eclesiástico lúcido: el cardenal Carlo Maria Martini, jesuita, biblista de renombre mundial, autor de numerosísimos libros, durante años rector de la Universidad Gregoriana, nombrado en 1979 arzobispo de Milán, recibió en 2000 el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales y que hoy vive en Jerusalén. La obra parte de las conversaciones del cardenal con otro jesuita: Georg Sporschill, austriaco, dedicado principalmente a la pastoral social, y que desde 1991 trabaja en la Europa del Este en la construcción de una organización de atención a los niños de la calle y a los jóvenes desamparados; obtuvo el Premio Felix Ermacora para los Derechos Humanos, el Premio Albert Schweitzer, y en 2004 fue declarado “austriaco del año”.
La mejor defensa de la persona contra la vejez de espíritu, la anquilosis mental y la aridez de corazón es la observación inteligente y amorosa de cuanto hay. Lo mismo sucede en la vida de las instituciones, y en la de la Iglesia singularmente, que obedece no a un precario proyecto del hombre, sino a un designio de Dios. Y resulta evidente que la fidelidad al Evangelio ante cada circunstancia de la vida puede requerir y ha requerido muchas veces en la historia bimilenaria de la Iglesia (como en el Vaticano II) oportunos desarrollos doctrinales para comprender y aprovechar las riquezas del Depositum Fidei; como, asimismo, convenientes cambios y reformas que perfeccionen en su elemento humano, perfectible, las estructuras organizativas y los métodos misioneros y apostólicos. Es lo que muchos pensamos y que se debe decir con libertad. Si la reflexión parte de una voz capacitada, bendito sea Dios.
En el nº 2.632 de Vida Nueva.