"Nuestro suelo es frágil, es de tierra, estamos compuestos del barro primigenio, y esta es una realidad que nunca debemos olvidar, porque si no, estamos comenzando la casa por el tejado. Y de esto tiene mucho nuestra sociedad y también nuestra Iglesia. Vivir en esta tierra, estar formados de tierra (enamorada, pero tierra) nos exige una vida más sencilla, más compartida y más dinámica"