Los escándalos que han conmocionado la vida eclesial deben despertar una nueva sensibilidad ante los abusos de poder en la Iglesia, una herida en la libertad de los hijos de Dios. De ahí procede gran parte del malestar en las comunidades. Por ello, urge redescubrir que la libertad es parte esencial de la revelación y de la experiencia cristiana de salvación. Y preguntarnos: ¿valoramos y protegemos de modo cordial la libertad de los bautizados?, ¿estamos dispuestos a curar las heridas causadas a la libertad de los católicos?, ¿qué cambios reclama todo ello en el anuncio cristiano, en la espiritualidad y en las prácticas eclesiales?…