En la era más convulsionada que vive nuestra Iglesia, el mundo cristiano se prepara para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. En Cuaresma, todavía los creyentes confiados en el amor de Dios, no quieren postergar las obras de justicia a las que están llamados a realizar por amor al Cristo resucitado.
A través de la historia, percibimos como los grandes imperios −romanos, persas, helénicos− alzaron su espada, en su afán de poderío y de expansión, para someter e invadir pueblos. Hoy este afán no ha cambiado mucho, tanto el “poder” como la “ambición” son dos ingredientes en el quehacer diario, que nos llevan a no ser ingenuos y a reconocerlos en su totalidad.
Frente a los pecados y la corrupción, la única plenitud de la ley es Jesús.