"Aprendí a conjugar fue la de trabajar y orar. Sentía que podía convertir en oración lo que estaba realizando, y se lo expresaba al Señor, muchas veces en alta voz. Le manifestaba, sobre todo, mi preocupación constante por el bienestar de las hermanas y siempre terminaba mi coloquio diciéndole que no dejara de ser mi Luz en todo momento".