El futuro de la formación sacerdotal “pasa por el acuerdo entre los obispos y las instituciones formativas de la Iglesia, mirando más allá de los propios límites de la propia diócesis. Pero no siempre mirando tan allá que al final vuelva una tortícolis de tanto mirar a Roma, mandando allí a los candidatos como mero pago de favores o de otras prebendas”.