“En el templo o tras la pancarta, reclamar la igualdad y acabar con la discriminación a la mujer tiene su razón de ser y es algo más que una petición legítima. Junto con el respeto a quienes han enarbolado esta bandera desde su ser Iglesia, la tarea continúa un día después. Ahora bien, siendo conscientes de que hay reivindicaciones de muchos tipos que, buscando los matices, parece que se han puesto en el mismo nivel cuestiones de naturaleza muy diversa que son algo más que fruto de una mentalidad machista o patriarcal”.