“Muchos solo vieron en Woodstock una concentración de melenudos ante una música efímera que tarde o temprano pasaría. Muchos –sobre todo desde dentro, por aquello del fuego amigo justificado con argumentos morales– siguen viendo las reformas pausadas pero firmes del papa Francisco como algo pasajero y superficial sin una base teológica sólida. Ha llegado el Woodstock eclesial, aunque sea con 50 años de retraso”.