“Podemos compartir nuestra intimidad con Dios, ese Dios regenerador que comprende nuestros pecados y alienta la nueva Creación que brota a partir de cada uno de los ‘limpios de corazón’. O como dice Francisco, entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original”.