Es un hecho: crecen el fundamentalismo, la islamofobia y la extrema derecha. Un peligroso combinado. ¿Qué está fallando? ¿Estamos condenados a convivir con jóvenes musulmanes de tercera generación, como en Francia o Bélgica, que sienten el desarraigo, también espiritual, vaciados de valores por una sociedad de consumo que desoye el clamor de los excluidos, y a merced de imanes ignorantes que les llenan de odio ese vacío en vez de inculcarles ideales? ¿Estamos aún a tiempo de reaccionar?