Para mostrar en qué consiste el reino que anuncia, Jesús cura a enfermos malditos, toca a los leprosos, abraza a los niños, habla con los samaritanos, protege a las adúlteras. Dios no es el juez implacable, sino el amigo de la vida.
Es normal que Pilato viera a Jesús y sus seguidores como un grupo “terrorista” y decidiera erradicarlo. La propaganda posterior ocultó ese hecho, arrojando toda la culpabilidad sobre los judíos, que no pudieron contemplar con agrado cómo el ocupante ejecutaba a uno de sus profetas.
“Profetas son Óscar Romero, Ignacio Ellacuría –dos mártires– o el papa Francisco, que con ‘Fratelli tutti’ y sus reformas, firmemente comprometidas con los pobres y con una mayor presencia de mujeres y laicos en la iglesia, ha encendido la esperanza entre creyentes y no creyentes”
Sobrino, Ellacuría y Romero son un signo de esperanza y un testimonio de la fecundidad del Evangelio. Su ejemplo nos incita a escoger siempre el camino estrecho, evitando esa otra senda por la que camina la mayoría, donde la verdad queda relegada, deformada o silenciada.
Las guerras están reñidas con el espíritu crítico y los matices. Apenas estallan, se exige una toma de posición y cualquier discrepancia se interpreta como traición. Ahora estamos en esa coyuntura.
Pasolini, con todas sus sombras e incongruencias, nos dejó una luminosa advertencia sobre la creciente deshumanización de una sociedad que consume bienes y personas, buscando exclusivamente un placer inmediato e intrascendente.
El ser humano es un animal filosófico. Por eso, la metafísica, la ética, la teología nunca desaparecerán. Solo se extinguirían si perdiéramos el hábito de hacer preguntas.
Europa no debe avergonzarse de su peripecia. Ha escrito páginas negrísimas, como la Shoah, pero ha alumbrado la filosofía, la ciencia, el arte, la democracia, los derechos humanos. Esas aportaciones no habrían sido posibles sin los vínculos creados por la familia, la tierra y la fe.
En las fábulas de Jonathan Swift y Borges, los inmortales son seres embrutecidos por una existencia demasiado dilatada. La finitud es lo que nos permite forjar una identidad, ser alguien, tener un nombre. Ser indefinidamente nos abocaría a perder nuestros rasgos diferenciales en el turbio río del tiempo.
George Steiner, quizás el último gran humanista de la civilización europea, escogió esta pregunta como título de uno de sus ensayos. Certeramente, señaló que los dos escritores rusos representan el …