María representa el anhelo de todo lo más grande que tiene nuestra alma. El amor como anhelo de Dios, como decía San Agustín, anhelo que es amor y como amor es movimiento, movimiento que conduce al mismo Dios.
Dios confiará en San José una misión sublime: ser el padre legal del Niño que nacerá y acompañar y cuidar a María. Acepta el reto de caminar en la oscura claridad de la fe.
El bautista nos invita a la conversión, una palabra que encierra un mundo de novedad, y que hemos adulterado y falseado a fuerza de usarla sin compromiso.
El Papa Francisco ha manifestado que no se puede caminar juntos si hay insonoridad en el corazón, es decir, si nos encerramos blindados en nuestras certezas.
Los maestros son los escultores, los artistas, los arquitectos de los hombres y mujeres que llevarán luz al futuro hoy incierto. El maestro es aquel que debe buscar el camino para hacer arder el corazón, despertar y poner en camino al joven de hoy.
La interioridad solo es tal si se abre a la reflexión, al discernimiento, al amor y a la libertad para darle solidez al compromiso con el otro, con el mundo al cual pertenecemos.
El hombre es un ser simbólico. Cuando somos testigos de vidas que se consideran vacías y sin finalidad alguna, podemos estar presenciando a un ser humano extraviado de su universo simbólico.
El ser humano, hombre y mujer, es dignidad, una que ha sido tejida directamente por un designio del amor de Dios, puesto que, por haber sido hecho a imagen de Dios