El próximo 24 de marzo se cumplen 225 años del nacimiento de Antonio Rosmini. Creo que es justo recordarlo en un momento en el cual la pandemia pasa por el mundo cambiando todas las reglas de juego, en especial la valoración que sobre el hombre y la educación tenemos en esta hora compleja de nuestra historia humana.
“¡Oh dulcísimo amor de Dios, mal conocido! El que halló sus venas descansó”, escribía San Juan de la Cruz en un grupo de sentencias escritas entre 1578 y 1580 reunidas en lo que terminó llamando Dichos de luz y amor.
En el corazón, como espacio íntimo del hombre, cobra forma la primera ley que, como señala Antonio Rosmini, “es la primera idea o noción con la que formamos los juicios morales”. Espacio donde se forja la subjetividad.
Unamuno nos muestra un cristianismo desde la agonía en cuanto a que, ese Dios con el que se compromete a luchar, es uno que se revela en el sufrimiento suyo y nuestro. Sufrimiento que exige nuestro amor y, precisamente porque sufre exige ese amor.
Hombre sencillo que no sintió mucho afecto por el progreso que venía con el cemento y el asfalto, pues en sus ojos brillaban pletóricas las luces naturales del paisaje campestre. Escritor que cuestionó la idea de penetrar en la problemática humana bajo una sola óptica.
'Etsi Deus no daretur' significa “aunque Dios no existiera”. Durante muchos años creí que esta expresión se debía al teólogo y pastor, Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), cuya experiencia durante la sombra de nazismo en Europa lo condujo a desarrollar una teología que se levantó desde las tinieblas y creció en la noche.
En ti todo se llama Amor porque eres espacio luminoso donde se unen las mitades del ser. Música cósmica que perfuma de sentido la realidad. Sublime elección en cuyo seno aprendí a contarle los dedos al infinito.
Dios, como máxima expresión del amor, es el soporte de todas las cosas en esta tierra, capaz de revitalizarlo todo, fuerza vital que mora apacible en todos los seres que respiran y cuya presencia arde esplendorosa en el corazón de todo lo existente.
Desde el principio de los tiempos, Dios comunica al corazón de todos los hombres el don de la fe en Él como la expresión fidedigna del amor: Dios es Amor.