Jerusalén es más que una ciudad: un pequeño laberinto que ofrece mil maneras de perderse, casi una parábola de la condición humana. El lugar donde Jesús pasó la última semana de su vida y desde donde la resurrección se anunció a la tierra. El autor camina por sus calles mientras piensa, recuerda, sueña, mira y espera. Y hoy, en vísperas de una inédita Semana Santa, nos invita a hacerlo con él.