Sería bueno preguntarse alguna vez por esas grandes palabras, preñadas de sentido desbordante, que tantas veces usamos. El Adviento, ese tiempo de esperanza, a qué esperanza se refiere. ¿Hay una única forma de vivirla? En nuestro mundo, tan abierto a la diversidad y pluralidad, nos hace bien ampliar la mirada más allá de nosotros mismos. Propongo en este artículo 10 ejemplos bíblicos de esperanzas diferentes. Seguro que más de una vez habrás topado con ellas, querido lector. ¿Cuál es la tuya hoy?
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- Esperanza resistente. La de Job, en términos generales. Esperanza capaz de resistir el envite de la culpa que todos pretenden echar sobre él. Job es la figura del que espera contra toda esperanza, el que se mantiene firme en la intención auténtica de lo vivido y se defiende. Muy actual, sin duda, excesivamente cotidiano sin llegar a sus límites extremos.
- Esperanza paciente. La que se presenta con Ana y Simeón, ya ancianos pero dispuestos a consumir su tiempo en la esperanza. La paciencia se invoca cuando se ve el final del horizonte y aparece su rostro creador genuino, que devuelve a la vida a quien va careciendo de tiempo. Muy actual para tantas personas mayores, convocadas definitivamente a la seriedad de la existencia después de haber vivido, y no pocas de ellas viviendo en soledad trascendente.
- Esperanza angustiosa. La de la mujer que se lanza a tocar el borde del manto de Jesús, siendo además “extranjera”. No debería sonar esta esperanza que vence fronteras. Estos relatos vivos, vivientes, que no se repiten jamás porque cada persona es única, pero están enfocados por un denominador común.
- Esperanza ingenua. Ese relato en el que Jesús, después de haber sanado a una persona, que cree que a partir de ese momento estará siempre con él y será de su grupo más cercano, y al que Jesús le dice que se vuelva a su casa, a su tierra y allí dé testimonio. Resulta tremendo leer en otros, y mucho más en uno mismo, cómo el plan de Dios no puede ser dirigido por nadie.
- Esperanza paralítica. Siempre me quedará una duda sobre el paralítico que fue, por todos los medios posibles, puesto delante de Jesús abriendo hueco como se podía. ¿Pidió algo, dijo algo, manifestó algún interés, fue forzado en su debilidad a ir donde no quería? Preguntas al texto. Aquí la esperanza estaba puesta fuera de sí, inalcanzable, invivible en primera persona, exigente. ¿De qué se sorprendió más, de caminar o de vivir perdonado? Más preguntas.
- Esperanza idolátrica. La de quienes viven la esperanza ‘de su dios’, en minúsculas y pequeño, fruto de sus ensoñaciones y glorias auto-otorgadas. Personas que medran, sin misterio ni gratitud, que esperan el reconocimiento a sus labores. Esos discípulos, tan conocidos, que van pensando qué puesto les será otorgados. Y que encuentran una nueva esperanza: la de compartir a fondo con el maestro la entrega y el sacrificio.
- Esperanza débil. Confiar, a medias. No apartarse demasiado para seguir estando sin dar la cara del todo. Pedro, mientras Jesús estaba preso y era enjuiciado, preguntado por si era ‘uno de los que le seguían’ y mintiendo sabiendo que mentía, pero estando ahí. En la tensión. Débil porque muestra esa debilidad en la que Dios puede crear dócilmente. Débil por propio reconocimiento y no por imposición. Débil como condición humana. Es el mismo Pedro que decidió lanzarse de la barca en medio de la tempestad sin saber en quién confiaba. Pero el débil Pedro siguió adelante, siempre débil.
- Esperanza libre. Dispuesta a responder, porque libertad es allí donde hay un compromiso y decisión, y no en las nebulosas imaginarias de quien cree que todo lo puede. Libre fue el niño que, en la multitud y acompañado por Andrés, se presentó ante Jesús con los panes y peces que tenía (su familia). Dio lo que tenía y no hay mayor compromiso. A partir de ese momento, jamás se supo de él. Libertad, sin ataduras. Libertad que liberando, conserva su libertad. Libertad que sigue adelante como esperanza.
- Esperanza feliz. La de quien aprovecha el momento, sorprendido. El ciego de Jericó que grita al borde del camino, sin ver, y sin ver encuentra respuesta. Pese a la dificultad, al menosprecio. Feliz en el instante en el que pide compasión, lo cual es impresionante. Feliz por ver lo invisible. Feliz por despojarse de la marginalidad y ser visto, escuchado. Feliz por seguir agradecido para siempre.
- Esperanza imprevista. La Resurrección, lo totalmente diferente, lo que en la imaginación es un reto. La promesa mayúscula y definitiva, el horizonte último, la vida que llama a la vida y la sobrepasa. La Resurrección, vivida en cristiano, como con-vivencia con Cristo ahora, pero no todavía, y todas esas cosas. La otra Vida, la llamada definitiva que espera (y la esperanza parece ser vivida de otro lado, sin saber bien qué ha pasado en todo esto) una palabra similar a la de María, la que dio inicio a la Encarnación.
Siempre me gustó, no por anticuado, decir que las mujeres embarazadas estaban en ‘estado de buena esperanza’. La palabra ‘bondad’ incrustada ahí determina toda esperanza. El embarazo, la apertura a la vida, la acogida de la vida, su respeto máximo, nuestra dependencia de lo nuevo antes de que la novedad nos golpee con su presencia. Esperar, sigo insistiendo en ello, tiene como definición mínima y esencial las ganas de la vida, en cualquier dirección que mire. Si hay esperanza, hay horizonte de vida.