El significado del número 12 en las Sagradas Escrituras no es matemático. No estamos ante las suma de seis más seis, ni a la división de 48 entre cuatro. El 12 representa plenitud, perfección y gobierno divino. Aparece con frecuencia en distintos libros de la Biblia, tanto del Primer como del Segundo Testamento: son 12 las tribus de Israel y los apóstoles, la Nueva Jerusalén tiene 12 puertas y 12 cimientos, son 12 los panes dejados en el Templo como ofrenda perpetua, y Jesús curó a una mujer con 12 años de hemorragia y resucitó a una niña de 12 años.
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¿Se puede aplicar este significado a los 12 años de pontificado que acaba de cumplir Francisco de Roma, el pasado jueves 13 de marzo? ¿Podemos hablar de una gestión plena, perfecta y verdaderamente inspirada por Dios? La respuesta, creo, dependerá de la calificación que los distintos modelos de Iglesia Católica existentes en la actualidad, y que de una manera u otra reflejan las diferentes visiones del mundo en las sociedades contemporáneas, le otorgan a su trabajo. A riesgo de ser demasiado esquemático, creo que las posturas pueden agruparse en torno a ‘fans’ de Bergoglio, ‘contras’ e ‘institucionales’.
Los primeros, lo aman no solo por ser el Papa sino por sus gestos, como pagar su estancia durante el Cónclave que le dio el papado, vivir en Santa Marta y no en el palacio apostólico -hogar de los últimos pontífices-, y dar ejemplo de humildad y austeridad no frecuentes en los altos jerarcas eclesiásticos. También por sus documentos, textos provocadores en materia ecológica, como la ‘Laudato si’ y la ‘Laudato Deum’, sobre cuestiones sociales, como la ‘Fratelli Tutti’, y la polémica Declaración ‘Fiducia Supplicans’, sobre la bendición a personas que viven situaciones difíciles. En este grupo no faltan personas críticas, que satisfechas con el desempeño de Francisco, no se ciegan a sus áreas de oportunidad.
Los ‘contras’, en cambio, todo lo ven mal en estos 12 años transcurridos. Apelan a la vieja tradición de la Iglesia, juzgan las actuales reformas como una amenaza a los poderes y prebendas de los clérigos, se escandalizan por el protagonismo de las mujeres y por el trato misericordioso dado a homosexuales y divorciados vueltos a casar, y cuentan con poderosos financiamientos para denostar al papa Francisco en redes sociales y otros medios de información. Ven al clericalismo, tan criticado, no como una enfermedad sino como una característica. Ellos están rezando desde hace tiempo para que renuncie o se muera, y su sucesor dé marcha atrás a los últimos intentos reformistas.
Por último, los ‘institucionales’, defienden este papado como lo hicieron con el anterior y lo seguirán realizando con el próximo. Para ellos estamos ante el sucesor de Pedro, sea quien sea. Sostienen que al Papa en turno hay que apoyarlo efectiva y afectivamente, y buscan implementar sus indiciaciones, transmitiendo su doctrina y siguiendo sus deseos. Si acaso tienen algún recelo o planteamiento crítico, se lo reservan, o lo comparten solo en pequeños círculos. Aquello que no les parece simplemente no lo siguen, aunque se guardan de publicitarlo. Su nota sobre el desenvolvimiento de Francisco de Roma es la máxima… como lo fue de Benedicto XVI.
En fin. La enfermedad del papa Francisco, aunada a su edad, ha levantado las naturales expectativas sucesorias. Ya veremos cómo es juzgado él al témino de su mandato, y el siguiente.
Pro-vocación
Ante el hallazgo de un campo de entrenamiento y exterminio en Teuchitlán, Jalisco, los obispos mexicanos alzaron la voz y, entre otros señalamientos, afirmaron que: “Manifestamos nuestro extrañamiento porque, mientras se presume que bajan en un 15% los asesinatos dolosos, se trata de ocultar que crecen en un 40% las desapariciones”. ¿Cómo respondió la presidenta Claudia Sheinbaum?: “El Episcopado no tiene la información correcta”. O sea que ella tiene otros datos… como su inmediato predecesor.