El obispo chino con el más alto cargo en el Vaticano acaba de ser destituido. El obispo Savio Hon Tai-Fai, Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, fue trasladado como nuncio a Atenas, en una operación que ha sido interpretada como un paso necesario para tender el puente Vaticano- China.
En efecto, Tai-Fai era conocido por su posición anticomunista que lo vinculaba al obispo emérito de Hong Kong, el cardenal Joseph Zen, un férreo opositor al régimen comunista de Pekín.
En varias oportunidades el papa Francisco ha manifestado su voluntad de acercarse a China. Una de ellas la recuerdan los periodistas que viajaban en el avión papal de regreso de su visita a Corea del Sur: “¿Que si quiero ir a China? Pero claro. La Iglesia solo pide como condición la libertad para su ministerio”, dijo. El Papa bien conoce que el Gobierno chino quiere mantener su intervención en el nombramiento de los obispos y que los católicos chinos, jerarquía y fieles, están divididos: unos, a favor de la iglesia oficial intervenida por el Gobierno; otros, en favor de la Iglesia independiente. Sin embargo, el Papa exalta “el hermoso pueblo chino. Un pueblo sabio”.
Un diálogo constructivo
Tras la carta dirigida al presidente chino Xi Jinping para reunirse en la Casa Santa Marta para reflexionar sobre un estado de paz duradera para el mundo, Francisco recibió la respuesta de manos de la ministra de relaciones exteriores Hua Chunying: “queremos tener un diálogo constructivo”.
En este contexto, la posición anticomunista del obispo Tai-Fai y de su mentor, el cardenal emérito Zen, se ha convertido en un obstáculo que Francisco busca remover con su traslado a Atenas.
Hubo un tiempo, el de la Guerra Fría, en que la posición anticomunista de Zen y de Tai-Fai hubiera sido considerada heroica y oportuna con figuras como el cardenal József Mindszenty, el arzobispo Alopzije Stepinac, o el cardenal Julien Hossen, que fueron condenados por los gobiernos comunistas de sus países como colaboradores de un gobierno extranjero, el Vaticano, y firmes opositores a sus doctrinas materialistas y ateas, mientras sus feligresías los miraban y admiraban como campeones de la fe.
Hoy los peligros de la fe no resultan de una posición política sino de la indiferencia frente al dolor de los más débiles.
Quizás resultan menos dañinos para la fe los fanáticos que mataron al párroco de Armero que los hombres armados que hoy expulsan a los campesinos de sus tierras. Estos predadores se sienten “buenos” calificando y matando como comunistas a los campesinos que reclaman su derecho a la tierra.
Su fracaso histórico ha cambiado al comunismo y a los comunistas tanto como a los católicos; la suma de sus errores. Si para el comunismo el católico común dejó de ser un peligro por su irrelevancia política y social, para los católicos la difusión del reino de Dios dejó de ser una causa política y se redescubrió como un visión que permite descubrir a Dios en los pobres y en las víctimas.
Tender puentes
El discurso de Francisco, que dejó atrás lemas autorreferenciales como “fuera de la Iglesia no hay salvación”, o discusiones doctrinales que dejaban a un lado la concreta atención a los heridos de toda clase, es un discurso que no pretende extender una institución, ni multiplicar adeptos, sino salir al encuentro de los otros y da lugar a una diplomacia en la que el áspero y apologético anticomunismo se vuelve obstáculo para tender puentes.
La perspectiva papal abre otros horizontes. Su insistencia en el amor a los pobres y en la atención preferente a los más débiles ha creado otra sensibilidad que hace ver como un simple pretexto político la actitud anticomunista.
Cada vez es más evidente que una cosa es la tarea política de cazar comunistas y movimientos de izquierda y otra hacer manifiesto el amor de Dios entre los débiles y los pobres. El discurso papal no le deja lugar alguno al “apostolado” de descubrir y atacar izquierdistas.
Es el contexto en que se observa este traslado de un obispo anticomunista en momentos en que el Papa se propone hablar con los comunistas de China sobre una paz duradera para el mundo.