Termina un año y con este se acaba un ciclo, donde las experiencias, alegrías, aprendizajes y todo aquello que vivimos quedó atrás. Hay nostalgia por lo que jamás volverá a repetirse, cerrando un capítulo como en los libros. Seguramente se han quedado muchos sueños sin cumplir, anhelos que no vieron la luz y que seguramente nos impulsarán para que se realicen.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Un cierre de ciclo es la oportunidad para volver a comenzar, es mucho más que una ilusión, es retomar con nuevo ánimo lo que quedó pendiente, lo que no se pudo llevar a cabo, es empezar una vez más contra todo pronóstico, contra lo que opinen los demás, contra nuestras propias limitaciones. Así es la vida, siempre un reto, siempre una dificultad a resolver ¿qué sería de nuestra existencia sin esos conflictos que en ocasiones nos llevan a conocer nuestros propios límites?
“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas“. Apocalipsis 21, 5.
La fe que nos acompañará en los momentos de angustia y dolor, es la que nos permitirá salir adelante, porque con nuestras propias fuerzas, lo mas seguro es que no lo logremos, creer es un acto de amor y de valentía. La pregunta es: ¿En quién crees cuando la tormenta se avecina? Mi Dios es grande y fuerte, sin Él no podría con nada, esa es mi verdad y en eso creo con todas las fuerzas que hay en mi corazón. Este año que inicia mucho más que desear buenos deseos, es recordarte que tenemos un Dios amoroso, poderoso y que nos ama hasta el extremo.
Dios en el centro de nuestras vidas
Es el mensaje que ha trascendido de generación en generación y que deberíamos recordarlo siempre y en todo momento, nos ama de una manera excepcional, como nadie lo hará. Sintamos ese amor que nos ha acompañado en cada uno de los años que han pasado y que sin duda, también en este año que inicia estará presente.
La instrucción es clara, debemos poner en el centro de nuestras vidas a Dios, acción que desafortunadamente no sucede en nuestra sociedad, donde en ocasiones el hombre se centra en sí mismo, su vanidad y egoísmo han ignorado al Creador y entonces sucede lo que estamos viviendo una hecatombe de problemas. Perdemos el contacto con Dios y comenzamos a experimentar un vacío que nada puede llenar, es el principio de la destrucción. Olvidamos nuestros orígenes y entonces el equilibrio se pierde, recordemos: “Sin mí ustedes no pueden hacer nada”. Jn. 15, 5.
En el momento que nos abandonamos en las manos de Dios, es cuando logramos la plenitud de nuestras vidas y es por una razón clara: A eso estamos llamados, lo sabemos, pero luchamos por evitar reconocerlo. Este año que inicia busquemos esa plenitud y felicidad.
Finalmente, quiero agradecerte querido lector, quien semana a semana le dedicas unos momentos de tu valioso tiempo para leer esta columna, mi sincero agradecimiento desde lo más profundo de mi corazón, que Dios te siga bendiciendo y nuevamente gracias por darme la oportunidad de acompañarte en este maravilloso y sencillo camino de la fe.