El próximo 24 de marzo se cumplirán 41 años del asesinato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero en la Capilla la Divina Providencia de San Salvador, cuando en el momento preciso de la consagración- instante culmen de la ceremonia católica- un francotirador desde un vehículo disparó un tiro certero al corazón.
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En sus homilías Romero hablaba sobre las matanzas efectuadas por el ejército y los grupos paramilitares, denunciaba el ‘ilimitado egoísmo’ de la oligarquía salvadoreña que no escuchaba las necesidades de los sectores más pobres. Se ha mencionado muy poco que Monseñor Romero llegó al punto de enviar una carta a Jimmy Carter en la que pedía al presidente de Estados Unidos desistiera del proyectado suministro de armas y envío de consejeros militares al país. Durante sus primeros años en el Arzobispado, Romero había organizado una oficina de Socorro Jurídico llamada Tutela Legal del Arzobispado, hasta hoy única en su tipo y todavía funcionando. En Tutela Legal se recibían las peticiones de los desesperados familiares víctimas del conflicto armado, de los campesinos perseguidos, de las madres desesperadas porque se habían llevado a sus hijos.
Icono del movimiento revolucionario
La cancelación del espacio de expresión que significó el asesinato del arzobispo de San Salvador, lo convirtió inevitablemente en icono del movimiento revolucionario salvadoreño durante toda la guerra. Canciones, consignas, trozos de homilías fueron retomadas por la guerrilla y otros movimientos. Tras la firma de los Acuerdos de Paz de 1992, se hace evidente que Monseñor Romero se convirtió en referente para toda una generación que, más allá de las preferencias políticas, anhelaba justicia, igualdad y libertad en El Salvador. Si bien es cierto que la imagen y el pensamiento de Romero revivificaron como nunca a la Iglesia Católica salvadoreña durante las décadas posteriores, hoy su influencia trasciende a la Iglesia Católica y a las fronteras salvadoreñas. Su labor ha sido reconocida en diferentes foros ecuménicos, políticos y sociales. El arzobispo ocupa un lugar especial al ser considerado uno de los 10 mártires del siglo XX en la Abadía de Westminster, al lado de Martin Luther King.
Monseñor Romero, fue un pastor y líder excepcional pero abandonado por muchos de sus colegas. El mismo papa Juan Pablo II cambió su postura para luego impulsar su causa de canonización en El Salvador. Muchos otros factores dilataron la causa de la tan esperada beatificación hace apenas 3 años. Lo cierto es que Monseñor Romero estuvo desde hace décadas en los altares personales de muchos salvadoreños y católicos en el mundo.
Cito aquí en John Sobrino hace más de dos décadas: “Canonizado está ya el ‘tiempo’: no hace falta explicar qué quiere decir ‘el 24 de marzo’, como no hace falta explicar qué quiere decir el 24 de diciembre o el 15 de septiembre allá en El Salvador. ‘Canonizado está también el ‘lugar’, convertido, como Belén o el Calvario, en lugar sagrado de peregrinación. Y así no hace falta explicar qué significa ‘el hospitalito’, a donde llegan peregrinos con devoción sentida probablemente mayor que con la que llegan a otros santuarios–- pues allí se respira todavía profecía, buena noticia y martirio. Canonizado está su ‘recuerdo’ con la publicación de sus escritos, homilías, discursos, diario, traducidos a numerosos idiomas, con la publicación de otros muchos escritos sobre él, posters, estampas, poesías, corridos, óperas, películas, instituciones que llevan su nombre”.
Qué más desearíamos salvadoreñas y salvadoreños marcados por Monseñor Romero que hoy nuestro país estuviese en una situación distinta a la que nos llevó a esa desgarradora guerra, que se pudiera haber hecho justicia a este y muchos miles de asesinatos. En su honor la búsqueda de la justicia y el perdón deben marcar nuestros pasos por una Iglesia y una sociedad al lado de las víctimas.