Comenzaron hace 45 años a recorrer caminos y pueblos colombianos: “45 años caminando juntas” que esta semana hemos conmemorado, celebrando la amistad entre quienes nos encontramos semanalmente para una nueva caminada y las primeras “caminantas”, las que tuvieron la maravillosa idea de salir todos los miércoles a enfrentar el reto de coronar un cerro y vivir la emoción de contemplar los paisajes que asoman por entre la bruma de nuestras montañas.
A estas primeras “caminantas” las hemos recordado con agradecimiento por el legado de su experiencia y de su amor por la geografía de nuestro país: Carmen Salazar, su hermana Elena y sus primas María Elisa Camacho y Leonor Sáenz; Helena Dulcey y María Isabel Arango; Rosita Carrasquilla que cumplió 80 años en una de mis primeras caminadas, María Victoria Franco, Adriana Vélez y todas las que continúan su caminada por los caminos del cielo.
Con ellas comencé a caminar hace veinte años y me las he arreglado, cuadrando horarios de clases y citas de reuniones, para volarme uno que otro miércoles e incluso escaparme un par de días para conocer lugares de mi país adonde nunca habría llegado sin estas amigas que llevan 45 años caminando juntas y que un día me acogieron para aprender a su lado a amar y admirar la naturaleza.
Gracias a ellas, “las caminantas”, pude conocer la selva amazónica y el parque arqueológico de San Agustín; visitar Caño Cristales, considerado el río más hermoso del mundo por sus colores; viajar a la isla de Providencia, en el archipiélago de San Andrés; navegar por el río Orinoco en la frontera colombo venezolana y acampar en sus orillas. Y recorrer los caminos reales que se construyeron durante la Colonia; llegar al nacimiento del Magdalena –nuestro gran río– en el páramo de las Papas y al del río Bogotá en el páramo de Guacheneque; sentarme al borde de cascadas y riachuelos; admirar los colores de las parásitas que cuelgan de los árboles; sentir el olor de la tierra húmeda y el canto de los pájaros y el rugido del viento. Y algo aún más maravilloso, como son los lazos de amistad que se van tejiendo entre las “caminantas”, como se llamaba el grupo, y ahora con las “patiguapas”, una nueva generación que ha renovado al primer grupo y al que se siguen uniendo nuevas y cada vez más dinámicas y entusiastas compañeras.
Al evocar estos veinte años de caminadas y amistad se agolpan en mi memoria escenarios y experiencias compartidas que han ido dejando su huella imborrable: lugares cuyos paisajes llevo grabados en el alma como momentos de verdadera contemplación; compañeras de caminadas, cada una con un estilo propio y su forma original de complicidad, todas igualmente solidarias, cariñosas, listas para dar una mano en el camino de montaña u ofrecer apoyo y compañía en el camino de la vida.
Gracias a cada una de las primeras “caminantas” y a cada una de las actuales “patiguapas” por su ejemplo, por su amistad, por poder compartir con ustedes la experiencia de caminar juntas