La Iglesia –nuestra Iglesia– está en #modoSínodo. En realidad la Iglesia está siempre en sinodalidad. Es decir, como Iglesia en camino. “Peregrina”, la llamó Vaticano II. Y el papa Francisco recordó en la conmemoración del 50º aniversario de la creación del Sínodo de los Obispos que “la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. […] Caminar juntos, laicos, pastores, obispo de Roma”. Lo que significa, en primer lugar, que las decisiones están en manos de los obispos y que la autoridad en la Iglesia no es monárquica. Que se toman en comunión y con la participación de todos y de todas: caminando juntos, como dice el Papa, “laicos, pastores, obispo de Roma”. Significa, también, que el próximo sínodo –el Sínodo Panamazónico– representa una puerta abierta para soñar una Iglesia que responda a los cambios sociales de los últimos tiempos y a las preocupaciones del momento actual, particularmente a la llamada de la madre tierra y a la posibilidad de introducir reformas necesarias a la organización eclesial.
La Iglesia en estado de Sínodo
Digo que la Iglesia está en #modoSínodo porque desde la convocatoria de la Asamblea Especial para la Región Panamazónica del Sínodo de los Obispos se desató el ir y venir de consultas y documentos en ejercicio de la sinodalidad –“laicos, pastores, obispo de Roma”– como preparación para la reunión que tendrá lugar en Roma del 6 al 27 de octubre.
Primero fue el envío a las conferencias episcopales del Documento preparatorio que invitaba a hacer propuestas “valientes” para una Iglesia con rostro amazónico. Vino después la escucha sinodal que recogió las voces de 21.943 personas en 17 foros organizados por la Red Eclesial Panamazónica, REPAM, y que junto con las respuestas de las conferencias episcopales recibió la Secretaría del Sínodo como insumo para la redacción del Instrumentum laboris sobre el cual van a trabajar los obispos durante el Sínodo. O, mejor dicho, ya están trabajando, porque quienes van a participar en la reunión se han reunido para preparar las intervenciones durante el próximo mes de octubre en el aula sinodal, adonde van a llevar las voces de sus regiones.
Y este será el próximo paso. Cuando los padres sinodales –vale decir, los obispos que participan en el Sínodo– van a abordar los tres grandes temas que propone el documento de trabajo: el primero, “La voz de la Amazonía”, que es “un mundo pluriétnico, pluricultural y plurirreligioso” (IL 36) y se caracteriza “por la conectividad y armonía de relaciones entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y la cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales” (IL 13); el segundo, “Ecología integral: el clamor de la tierra y de los pobres”, que “se basa en el reconocimiento de la relacionalidad como categoría humana fundamental” (IL 47); el tercero, “Iglesia profética en la Amazonía: desafíos y esperanzas” que traza nuevos caminos para la Iglesia con rostro amazónico y en el que se proponen nuevos ministerios para una Iglesia con rostro amazónico.
Siguiendo el próximo Sínodo con mirada de mujer
Personalmente he venido siguiendo este camino sinodal con mirada de mujer, motivada por la invitación del Documento preparatorio a hacer propuestas “valientes” para una Iglesia con rostro amazónico y que respecto a los “ministerios con rostro amazónico que el sínodo deberá contemplar” proponía “identificar el tipo de ministerio oficial que pueda ser conferido a la mujer, tomando en cuenta el papel central que hoy desempeñan en la Iglesia amazónica” (DP 14).
Comenté en este blog el Instrumentum laboris y escribí que, a primera vista, el nuevo documento no hacía eco a las voces que en los foros coordinados por REPAM durante la etapa preparatoria pidieron la ordenación de mujeres (33,41%), precisando algunas de dichas voces que fueran ordenadas como diaconisas y tuvieran facultad de administrar sacramentos o celebrar la eucaristía como sacerdotisas o presbíteras. Voces que también pedían el diaconado permanente para hombres y mujeres y el presbiterado para indígenas casados sin distinción de sexos (11,31%).
Comenté, entonces, que el Instrumentum laboris repetía la propuesta del Documento preparatorio en cuanto al reconocimiento al rol de las mujeres: “identificar el tipo de ministerio oficial que puede ser conferido a la mujer, tomando en cuenta el papel central que hoy desempeñan en la Iglesia amazónica” (IL 129,a,3). Aunque sonaría mejor y sería teológicamente más acertado el verbo “reconocer” que el verbo “conferir”.
Y comenté, además, que en el Instrumentum laboris había descubierto propuestas “valientes” (DP 14), pues sugería estudiar “la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable” (IL 129, a, 2), lo que entendí literalmente como personas ancianas casadas, vale decir, hombres o mujeres y, por lo tanto, que la propuesta consistía en estudiar la posibilidad de ordenar presbíteros casados y presbíteras casadas. Al fin y al cabo, presbítero y presbítera, en griego, significa persona anciana. Como los que hubo en las comunidades neotestamentarias cuando no existía organización jerárquica y a sus dirigentes no se les daba el título de sacerdotes. No se refería el Instrumentum laboris a la ordenación de hombres casados o a la ordenación de viri probati sino a la ordenación de personas ancianas casadas. Propiamente, ordenación presbiteral, lo que permitiría esperar que en esta Ecclesia semper reformanda durante los dos mil años de su caminar por la historia, asumiendo formas variadas en su estructura y organización ministerial se pudieran replantear las formas de ministerialidad eclesial establecidas desde otros contextos.
Ahora bien, esta interpretación se aplica a la versión española. Como también a la versión francesa (“personnes ainées”), a la versión inglesa (“older people”) y a la portuguesa (“pessoas idosas”), pero no a la versión italiana (“anziani”, en masculino plural). Y no supe consultar otras versiones… Pero la interpretación resulta esperanzadora en esta espera de los desarrollos del próximo Sínodo.
Esperanza de que los obispos lancen en el aula sinodal propuestas “valientes”, “osadas” y “sin miedo” replanteando y reformulando formas de ministerialidad definidas en otros contextos, lo cual es posible y deseable, además de necesario. Esperanza de que, al final del sínodo, los padres sinodales presenten al Papa propuestas “valientes”, “osadas” y “sin miedo” que respondan a las necesidades de la Amazonía que, como dice el Instrumentum Laboris, recuperen aspectos de la Iglesia primitiva cuando respondía a sus necesidades creando los ministerios oportunos (Cf. Hch 6,1-7; 1 Tim 3,1-13)” (IL 129); es decir, “ministerios oficiales” con rostro amazónico que reconozcan el carisma de liderazgo y servicio de las mujeres al mismo nivel del reconocimiento que se hace del carisma de liderazgo y servicio de los hombres a quienes se confía un ministerio.
La participación de las mujeres en el Sínodo
Voices of faith ha convocado para el próximo 3 de octubre, en Roma, a religiosas de todo el mundo para pedir que las mujeres que participan en el Sínodo puedan votar. Porque resulta que aunque algunas mujeres son invitadas, solamente pueden votar, según el Código de Derecho Canónico, además de los obispos representantes de las distintas regiones del mundo, algunos invitados por el Papa y “miembros de institutos religiosos clericales” (c. 342), es decir, miembros del clero, al cual no pueden pertenecer las mujeres. ¿Se producirá algún cambio?