Para empezar
Cualquier actividad tiene una misión u objetivo fundamental en el ámbito en el que se desarrolla. Además, toda actividad suele ir acompañada de factores e incertidumbres. Incertidumbres que se han incrementado todavía más en los tiempos que vivimos.
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En el ámbito de la actividad económica, dichas incertidumbres se traducen en diversos tipos de riesgos, no exclusivamente financieros, propios de la gestión de inversiones.
Es fundamental conocer, medir y gestionar dichos riesgos en la medida de lo posible.
Por dónde nos movemos
Los riesgos financieros más comunes en el ámbito de la gestión patrimonial son el riesgo de mercado, de liquidez, de crédito, y de fluctuación de la divisa… Todos ellos consecuencia del simple hecho de poner el dinero a trabajar con el fin de contribuir a la sostenibilidad de la misión en el tiempo.
El riesgo de mercado es quizás uno de los que más alcance tiene. Está directamente relacionado con la incertidumbre socioeconómica, que afecta a todas las economías, y más concretamente a las empresas. Es el causante de la variación que sufren los precios y valoraciones de los activos en el mercado, haciendo fluctuar también las valoraciones de patrimonio de la institución.
Por otro lado, el riesgo de crédito viene dado por la capacidad de repago de deuda de una empresa. Si una compañía es solvente, con buena calidad crediticia y con capacidad de generar beneficios, difícilmente incurrirá en impagos que puedan dañar nuestro patrimonio. Sin embargo, una empresa con menos visibilidad en sus resultados y endeudada, incrementa la posibilidad de dañar el patrimonio, al tiempo que ofrece una mayor rentabilidad.
Además, en muchas ocasiones, la esencia de la propia misión de una institución supone tener inversiones denominadas en distintas divisas. Esta exposición a diferentes divisas es el riesgo de divisa, aquél por el que una fluctuación del tipo de cambio entre la divisa de la cartera y la divisa de la posición (inversión) genera pérdidas (o beneficios). Este riesgo se controla con su monitorización y cobertura de la divisa en el momento que pueda ser desfavorable.
En cuanto al riesgo de liquidez, nos referimos al riesgo de pérdida en que se puede incurrir al necesitar hacer líquida una inversión (llevarlo a la cuenta corriente). Hay activos con disponibilidad diaria, y otros que, por el contrario, tienen ventanas de liquidez. Necesitar rescatar la inversión fuera de esas ventanas puede llevarte a pérdidas patrimoniales importantes.
Adicionalmente existen otros riesgos que sin ser puramente financieros, están ligados a la inversión. Hablamos en este caso del riesgo operativo (presente tanto en una fábrica como en el patrimonio financiero), y si cabe más importante, el riesgo reputacional. Deberíamos preguntarnos: ¿Son nuestras inversiones éticas? ¿Están en línea con nuestra filosofía? ¿Siguen los principios que perseguimos en la institución? Invertir en activos, empresas o actividades que comprometen la ética de nuestra institución o que son contrarios a la Doctrina Social supone un riesgo que debemos evitar.
Qué dice la Iglesia
En el Evangelio de Mateo (25-14,30), la parábola de los talentos envía un mensaje muy poderoso en el que expone que “los talentos” (el dinero en este caso), son para invertirlos y ponerlos a trabajar: “(…) El que había recibido cinco talentos, se puso a negociar y ganó otros cinco (…). Llegándose también el de los dos talentos, presentó otros dos (..); el que había recibido un talento dijo: (…) me dio miedo, y escondí en tierra tu talento. (…) Porque a todo el que tiene le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”.
En un contexto más actual, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada (CIVCSVA) en su documento ‘Economía al servicio del carisma y de la misión’ habla sobre cómo en el proyecto salvífico de Dios, la Iglesia es “como el administrador fiel y prudente que tiene la tarea de cuidar con esmero cuanto le ha sido confiado”. De hecho, “es consciente de la responsabilidad que tiene de salvaguardar y gestionar diligentemente sus propios bienes”.
Cómo lo aplicamos
Una cartera bien diversificada estará mejor preparada para desenvolverse en distintos entornos económicos. La descorrelación de activos en una cartera a través de la diversificación, el estudio de la solvencia de los emisores de deuda, el análisis de la calidad de las empresas… son muestras de cómo se puede reducir la exposición a dichos riesgos. Del mismo modo, una cartera con un porcentaje adecuado invertido en instrumentos líquidos permitirá hacer frente con agilidad a necesidades financieras que vayan surgiendo en cada momento. El conocimiento de los principales criterios éticos que debiera respetar una inversión y su monitorización continua nos ayudará a no incurrir en errores de este tipo.
Todo lo anterior exige en cualquier caso poder analizar nuestras inversiones de manera agregada, corrigiendo la dificultad habitual de una dispersión entre un número muchas veces excesivo de entidades financieras.
“Mover los talentos” es ponerlos al servicio de la misión. Y para conseguir crecer en ella y mejorar, huimos de enterrar el dinero, haciendo frente a los riesgos entendiéndolos y gestionándolos.
Desde la realidad
Ser conscientes de la importancia de la alineación entre Economía y Misión es la base de la sostenibilidad en el tiempo. Desafortunadamente, la misión de muchas instituciones se ve interrumpida por no tener presente la importancia de un buen ordenamiento del patrimonio o de una buena planificación. El desconocimiento o incluso el miedo a invertir funcionan como barreras de movimiento, pero no podemos olvidar que un trabajo profesional cuenta con múltiples herramientas para combatir los riesgos. Asimismo, el riesgo reputacional se reduce con la mera puesta en marcha de las medidas adecuadas para perseguir y sostener la misión.
Un servicio ofrecido por: