Abonados al ‘guerracivilismo’


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Me pregunto por qué ha de ser malo regresar al pasado para curar el presente y asegurar un futuro sin los mismos errores….”

No acaba de apagarse el runrún sobre el papel de la Iglesia en la guerra fratricida del 36 y sobre si tiene que pedir perdón por haberle puesto palio al régimen que salió de aquella desdicha. Dice el arzobispo Montero, citando a un historiador norteamericano, que las guerras civiles duran cien años.

Se supone que este sabía de lo que hablaba, pues han pasado más de doscientos desde la suya. Aquí aún no hemos llegado al siglo, pero por lo que vamos viendo, nos tememos que sí, que tenía razón, y que si nos descuidamos un poco, podremos rebasar con holgura el centenario, viendo cómo están a flor de piel los sentimientos.

Por eso, ¿es descabellada la propuesta del arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, de hacer un estudio histórico sobre el papel de la Iglesia en la República, la Guerra Civil y la dictadura franquista?

Hoy son pocos los que saben realmente cómo sucedieron los acontecimientos, cómo y por qué surgió la inquina, el recelo, la desconfianza, la sospecha, la denuncia, la venganza, el rencor, el dolor que impide el perdón, el odio que busca cómo resarcirse… Además, nada más propio de la Iglesia que pedir perdón, a tiempo, si es posible, y a destiempo, en cualquier caso.

Por lo demás, esta revisión, que no revisionismo, ayudaría a que se cayeran algunos lugares comunes que acompañan a toda mitificación, en un bando y en otro, y a que no pocos fieles que nada tuvieron que ver con aquello, que no lo vivieron, que no se han sentido nunca vencedores pero tampoco cómplices, como les siguen etiquetando, puedan redescubrir –porque se olvida– que si hoy vivimos en una democracia se le debe en buena parte a la Iglesia, la cual, sin esperar mucho tiempo, pronto mostró su incomodidad con el régimen.

Ahí estaban, a finales de los 50 y claramente en los 60, los movimientos apostólicos y sus denuncias de la situación social, alguna pastoral de los metropolitanos, Tarancón, hoy un desconocido…

Cuando, en medio de una sociedad desfondada, leo que en su conferencia política el PSOE aprobará “una batería de medidas para acabar con los privilegios de la Iglesia”, además de la sensación de un rancio eterno retorno, me pregunto por qué ha de ser malo regresar al pasado para curar el presente y asegurar un futuro sin los mismos errores.

En el nº 2.869 de Vida Nueva