El anuncio
El pasado 13 de octubre, el papa Francisco daba luz verde al milagro atribuido a la intercesión de Juan Pablo I, garantizando que el hasta ahora venerable será beatificado en los próximos meses. Los oficiales de la Congregación para las Causas De los Santos han estudiado detenidamente la curación extraordinaria de una niña de 11 años en Buenos Aires (Argentina), que tuvo lugar en 2011. La pequeña sufría una “encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico”, lo cual la había llevado a ser desahuciada por los médicos. Fue el párroco del hospital quien animó a los familiares a invocar al papa Luciani, de quien se declaraba muy devoto, según publicaba este portal el otro día.
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Más allá del milagro, el papa Francisco ha destacado el legado de este papa breve que es más que los 33 días de su pontificado o los ríos de tinta que han corrido sobre las causas de su muerte. Albino Luciani, el último de los papas italianos, nació el 17 de octubre de 1912 en Forno di Canale (hoy Canale d’Agordo, Italia). Fue ordenado sacerdote en 1935 y, en 1958, fue nombrado obispo de Vittorio Veneto. Participó en el Concilio Vaticano II, ante el cual se mostró favorable y entusiasmado. Fue nombrado patriarca de Venecia por Pablo VI a finales de 1969 y, en marzo de 1973 lo creó cardenal. Tras la muerte de Pablo VI, fue elegido Papa el 26 de agosto de 1978.
Poco a poco en estos años se han ido rescatando no solo sus audiencias generales como Papa sino muchos de sus escritos y pensamientos. Los trabajos de la Causa de Canonización han recibido en los últimos meses un respaldo significativo con la creación de la Fundación Vaticana Juan Pablo I con el objetivo de difundir y poner en valor el magisterio, las obras y el ejemplo del papa Luciani. Una institución cuya sede está en la Secretaría de Estado. En estos organismos está muy presente la periodista italiana Stefania Falasca –persona cercana a Francisco–, vicepostuladora de la causa de beatificación de Juan Pablo I, columnista del diario Avvenire, propiedad de la Conferencia Episcopal Española, y autora de varios libros sobre el papa Luciani en los que se accede a fuentes muy directas e incluso inéditas.
Al crear esta fundación, se explicaba en L’Osservatore Romano, el cardenal Parolin aseguraba que “la historia” de Luciani es la de “un pastor cercano a la gente, centrado en lo esencial de la fe y con una extraordinaria sensibilidad social”. Su magisterio es “actual”, pues une “cercanía, humildad, sencillez, insistencia sobre la misericordia de Dios, amor al prójimo y solidaridad”. Su breve pontificado no supone “una paréntesis” en el camino de la comunidad cristiana, destacó el secretario de Estado. “Reforzó el diseño de una Iglesia cercana al dolor de la gente y a su sed de caridad”, aseguró Parolin, celebrando que la causa de beatificación haya impulsado un significativo trabajo de investigación histórica sobre el papa Juan Pablo I.
Las teorías
La de la prematura muerte de Juan Pablo I es una de los casos más evidentes del desprecio de algunas instituciones vaticanas por una buena comunicación. La ocultación deliberada, las tensiones del final del pontificado de Pablo VI o simplemente burdas mentiras sobre algunos detalles de la muerte en la noche del 28 de septiembre de 1978 fueron el mejor caldo de cultivo para todo tipo de elucubraciones.
Quienes ven un apretón de manos masónico en el encuentro del papa Francisco con Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, son herederos de quienes hicieron de las meteduras de pata de la Secretaría de Estado la punta de lanza de teorías rocambolescas. Las alternativas al extraño infarto vinieron reforzadas por la persecución de ideas comunistas de la CIA o incluso por opositores a la misa conciliar que esperaban el golpe maestro de que Juan Pablo I restaurara la misa tridentina.
Lo cierto es que las tensiones de la Iglesia en el momento en el que Juan Pablo I llega al trono de Pedro no auguraban un pontificado pacífico. El sacerdote Jesús López Sáez y su ‘caso abierto’ analiza ampliamente este contexto y el pensamiento del obispo Luciani y recopila algunos testimonios muy cercanos al entorno del Papa en el que el homicidio no es una puerta cerrada. Stefania Falasca y su ‘crónica de una muerte’ ha ofrecido una palabra definitiva a partir de quienes vivieron en primera persona la muerte del pontífice. Parece que una buena investigación no debe oscurecer un buen rumor o una buena conspiración.