Hoy concluye la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’.
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Recordemos que se trata de la 29ª reunión del Sínodo de los Obispos, organismo creado por Pablo VI en 1965 con dos objetivos: ayudarle en el gobierno de la Iglesia, y dar continuidad a los lineamientos del Concilio Ecuménico Vaticano II. En esta ocasión han sido 510 los participantes, 96 de ellos mujeres, aunque sólo 54 con derecho a voto, lo que representa el 14% del total.
Al momento de escribir estas líneas se redacta -y después se vota- el documento de síntesis. Él reflejará, creo, el péndulo en el que se ha movido la Asamblea y, en general, el trabajo de la Iglesia Católica en los últimos tiempos.
Por una parte, los ‘conservas’ juzgan que Francisco de Roma ha ido demasiado rápido en las reformas que quiere implementar. El mismo hecho del sínodo, de convocar a laicos y, sobre todo, mujeres, les molesta, y argumentan que las notas clásicas de la Iglesia: ‘una’, ‘santa’, ‘católica’ y ‘apostólica’ -algunos agregan ‘romana’-, no incluyen ‘sinodal’.
El sólo hecho de colocar en mesas redondas, lo mismo a cardenales y monseñores que a catequistas y teólogos, con iguales derechos, les repugna. Y no se diga el que se dé cabida para la discusión a temas espinosos como el sacerdocio femenino, el matrimonio de personas homosexuales, la abolición del celibato sacerdotal obligatorio. Ello les escandaliza.
Por otra, los ‘progres’ se desilusionarán, de seguro, con las conclusiones. Consideran que hay demasiada lentitud en los procesos sinodales, que se organizan consultas y sondeos por todo el mundo, que se discuten y comentan los temas más urgentes, que se abren a paso de tortuga las puertas para que ingresen las mujeres…
Pero cuando surge la posibilidad de un cambio trascendental, de inmediato la autoridad máxima cierra la posibilidad de una transformación en verdad importante, y aborta cualquier mutación que pudiera afectar el poder del gran lastre de la Iglesia Católica en la actualidad: el clericalismo. Pérdida de tiempo, en suma.
Esperemos a conocer el documento final, del que platicaremos el próximo domingo, Dios mediante. Por lo pronto, recordemos que el papa Francisco no se dejará presionar ni por unos ni por otros, y seguirá confiando en su convicción pastoral fundamental: los cambios efectivos no se realizan desde arriba, sino que surgen desde las bases.
Pro-vocación
¡Qué diferencia! Mientras los obispos mexicanos declararon que les duele profundamente cada vida humana perdida, a causa del huracán Otis, tras su paso por el puerto de Acapulco, el miércoles de esta semana, el presidente de la República minimizó la tragedia: “Lo bueno es que no fueron tantos los muertos”. ¡Qué diferencia!