La llegada del cardenal argentino Víctor Manuel Fernández al Dicasterio para la Doctrina de la Fe auguraba un cambio en la anterior Santa Inquisición. El perfil del nuevo Prefecto dista mucho del de los anteriores responsables. Si bien con iguales méritos y logros académicos -doctor en teología, profesor, escritor, rector universitario y presidente de la Sociedad Argentina de Teología- que sus predecesores, sus horizontes no son estrechos, sino más bien otean un despliegue de posibilidades infinitas.
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Principal redactor del papa Francisco, no extrañó, entonces, que éste le encargara un departamento siempre más dado a frenar que a impulsar, a reprimir que a alentar, a acotar que a liberar.
Y el pasado 1 de noviembre asistimos a una muestra de su gestión. Francisco de Roma publicó la carta apostólica ‘Ad theologiam promovendam’ (para promover la teología), con la que pretende reformar la Pontificia Academia de Teología. Obvio que el texto nos sirve para entender lo que Bergoglio espera de la teología católica en los próximos años, con Fernández como principal impulsor. Resalto algunas líneas relevantes, para mí, del texto.
En primer lugar, la teología necesita mantener una sólida relación con la realidad, tal y como fue desde el inicio del cristianismo, lo que implica un permanente diálogo teológico con las ciencias.
Además, y en relación con el punto anterior, se privilegia una teología de la vida real, en contraposición con la que se piensa y produce en el escritorio. Más contacto con los fieles y menos con la computadora.
El documento invita a superar la autorreferencialidad, que conduce al aislamiento y a la insignificancia, para llegar a la transdisciplinariedad, que teje una red de relaciones con otras disciplinas y saberes.
Un nuevo protagonista teológico es el pueblo, sujeto hermenéutico cuyo ethos sabio ofrece un punto de partida que plantea preguntas y problemas vitales, y necesita respuestas y soluciones igualmente ligadas a la existencia cotidiana.
Por último, y en medio del clima sinodal que estamos viviendo, Francisco quiere una teología valiente, audaz, capaz de dialogar aún con quienes piensan distinto, con un método inductivo que ayude a discernir los nuevos signos de los tiempos.
Llama la atención la conclusión de la Carta: “ordeno que tenga valor estable y duradero, a pesar de cualquier disposición en contrario”. Ojo, siguiente Papa.
Pro-vocación
Y otra vez la Iglesia Anglicana pone el ejemplo. Su Sínodo General, reunido en Londres esta semana que termina, ha aceptado avanzar en las llamadas Oraciones de Amor y Fe, “colección de oraciones, lecturas y otros recursos para orar con y por una pareja del mismo sexo que se ama y que desea dar gracias y marcar ese amor en fe ante Dios”. ¿Y la Católica cuándo?