Atreverse, soñar, confiar, arriesgar, esperar. Es a lo que nos invitan las provocadoras lecturas de este Tiempo que culmina en la osadía del Emmanuel. Pobre y emigrante, nacido en un establo de la aldea de Belén.
En el día a día, el ‘kairós’. En el hermano y la hermana, la tarea. En la mordiente injusticia, el desafío; en la comunidad, el descanso; en la contemplación, la lucidez. Todos ellos mojones de nuestra hoja de ruta.
La sociedad del riesgo (Beck), de la liquidez (Bauman), de los no lugares (Augé) azuza para construir sin demora estructuras de confianza y acogida, de amabilidad y ternura, en las que podamos mostrarnos como somos, y, desde esa verdad reconocida y aceptada responder con un fiat que ya no es cosa tan nuestra. Desacomplejado y libérrimo, que escandalice y ponga en evidencia estructuras de opresión.
“Es tarde, dice Pedro Casaldáliga, pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer futuro”. “Es tarde. Pero es madrugada si insistimos un poco”.
A adventurarse pues.