Durante años, cuando cantaba esta canción de Javier Sánchez, al llegar al último verso, me callaba. Y si no podía callar por fuera, al menos lo hacía por dentro. Me parecía que no podía decir con verdad que yo le había entregado mi vida entera.
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“Al amor más sincero,
al Amor sin fronteras,
al Amor que dio su vida por amor
encontré un día cualquiera…
…y a ese Amor tan sincero,
a ese Amor sin fronteras,
a ese Amor que dio su vida por amor
le entregué mi vida entera”.
No, no es que ahora sí crea haberla entregado enteramente. Quizá siendo más joven tenía una sensibilidad mayor que con los años he ido perdiendo. Esa capacidad para apreciar los matices y los pliegues de la realidad y de uno mismo, siempre en camino, siempre queriendo querer, pero nunca en total totalidad. Es la misma sensibilidad que percibe con toda nitidez al mirar a Jesús que ha encontrado al amor más sincero y más libre y humano del universo.
Como la viuda del Evangelio
Pero cabe otra posibilidad: que siendo más joven fuera algo más soberbia que ahora, después de unos cuantos fracasos vitales e importantes decepciones. Quizá por eso creía que algún día sí iba a llegar a poder gritar a los cuatro vientos: ¡He entregado mi vida entera a Jesús, al Amor de mi alma, al Amor que dio su vida por Amor! Y quizá, ahora, voy descubriendo que me equivocaba; que no se trata de mi capacidad más o menos torpe; ni siquiera se trata de poder decir con una verdad absoluta que mi entrega es plena y sin fisuras.
Voy intuyendo que se trata más de dar todo lo que tienes y eres en cada momento, como la viuda del Evangelio. Y unas veces será poco y otras algo más, pero siempre, simplemente, lo que puedas, lo que eres.
Porque el Amor no es mío. No está en mis manos ni puedo apresarlo. Y hoy, Jueves Santo, quizá Él me hace más consciente que nunca.
¡Qué pobre sería mi vida sin su amor, tan sincero, tan frágil! ¡qué pobre sería mi vida si renunciara a seguirle y a entregarle mi vida porque he comprobado que no soy capaz de llegar ni a su totalidad, ni a su incondicionalidad ni a su entrega!
Así que hoy ya no me planteo qué puedo cantar con verdad absoluta. Me conformo con estar cerca de Él y reposar en su pecho. Por hoy. Y pido a Dios que me mantenga cerca de Él también en los Viernes, los Sábados y los Domingos. Todos los días de mi vida. Lo demás es cosa suya. De Él: el Amor más sincero.