Aunque suene a idea trillada, el cierre del año siempre lleva a repensar lo cosechado en el tiempo que termina y las expectativas que se generan en el porvenir, ya que el tiempo forma parte de la condición humana.
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Por ello, aunque en este espacio son muy pocas las referencias personales, las gracias recibidas en este año 2023 merecen un comentario, en un tiempo en el que la providencia ha estado presente.
El primer acontecimiento es el término de mi paso por el Instituto Universitario Sophia, una propuesta que nació hace casi una década pero que se concretó en el momento providencial que Dios dispuso. Sophia es una universidad inspirada bajo el carisma de la unidad, su esfuerzo académico se basa principalmente en hacer del pensamiento y la vida, una experiencia de familia, de comunidad y de fraternidad.
Allí, mi trabajo doctoral no fue un asunto individual, el argumento desarrollado fue sobre el diálogo en el pensamiento del papa Francisco, tras una invitación recibida por los profesores relatores. Un estudio pensado en comunidad, en conjunto, desde el nosotros.
Trabajo que fue presentado y del que obtuve la máxima calificación, pero más allá de los aspectos académicos, la posibilidad de profundizar sobre la propuesta ética del papa, y acercarse a lo valioso de su magisterio, desde las fuentes que lo originaron e inspiraron.
El encuentro con el papa Francisco
Un segundo momento, el encuentro con el Santo Padre, al término de la Audiencia General del 22 de noviembre, aunque breve, muy intenso el poder no solo saludarle, sino también entregarle un manuscrito del texto.
Lo que me surgió en un momento tan peculiar fue presentarme. Decirle que era de Venezuela, pero que había concluido mis estudios en Loppiano sobre su magisterio en el diálogo, y agradecerle por enseñarnos a dialogar.
El papa, como siempre, con su disposición de acogida no solo me estrechó fuerte la mano, sino que también revisó el manuscrito entregado durante unos segundos, demostrando el interés en recibir y atender a un católico, venido del fin del mundo —porque México y Venezuela siguen siendo periferia—, por el papa salido del fin del mundo.
La visita a la Secretaría de Estado
El paso por la Santa Sede también estuvo marcado por un cortés encuentro con S.E. Mons. Edgar Peña Parra, sustituto para los Asuntos Generales, quién cómo un amigo y hermano de la misma tierra tuvo la disponibilidad de una conversación en su oficina.
A pesar de la complejidad de su responsabilidad, su don de gente y de familia sigue estando presente, y siempre recordando lo mucho que podemos hacer por Venezuela, desde lo que a cada uno le corresponde.
Gracias por las atenciones a Mons. Peña y por el recuerdo a la familia, a partir de las experiencias comunes, vividas a los pies de nuestra amada Chinita, y ahora bajo el cobijo guadalupano, es decir, de María que cuida a sus hijos y conserva de manera silenciosa, el plan de Dios, sobre cada uno de nosotros.
El encuentro con amigos de la comunicación
La visita también permitió poder compartir con la Radio Vaticana alguno de los resultados del estudio, lo cual puede ser la semilla para un esfuerzo más profundo en dar a conocer y difundir la propuesta ética del pontificado, que he denominado Triada del papa Francisco, con sus elementos: cultura del encuentro, diálogo y fraternidad.
De igual manera, tuve la oportunidad de un amistoso encuentro con Rubén Cruz, jefe de redacción de Vida Nueva, en un día lluvioso madrileño, pero con el calor de la amistad cristiana, interesado por la realidad venezolana y mexicana, y la experiencia con los amigos comunes, en esta aventura de comunicar vida nueva.
Más allá de las diatribas estériles de la opinión pública, el llamado del Papa a ser una Iglesia en salida, siempre abierta y para todos, y esto se concreta en una disposición dialógica, y en parte ese ha sido el hilo conductor de este espacio, en el que es posible encontrarse con la realidad, en la que Dios, con su don y su providencia, interviene.
Por Rixio Gerardo Portillo R. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey.