MIÉRCOLES 7. ‘Arde Madrid’. Serie de Movistar. España de los 50. En blanco y negro. Como se vivía y se dejaba pensar entonces. Conversación de mujeres. Sobre la doble moral. Sobre la censura. “¿Qué pasa? ¿Que Dios no está en el extranjero?”, pregunta una. “Dios, sí. Pero Franco, no”, responde la otra. Endiosar.
JUEVES 8. ‘Zapping’ televisivo. Diez segundos con el mando paralizado y me topo con una sentencia ‘millennial’ para enmarcar: “La palabra de un hombre puede fallar, pero el iPhone nunca miente”.
VIERNES 9. Musicoterapia. Nunca se me ha ocurrido matricularme en un curso en la materia. Pero sí lo experimento. Cada vez que me planto en un concierto de Migueli, que graba disco en directo. Tratamiento obligado. Individual y colectivo. Cada vez que de su guitarra suenan los acordes de ‘No puedo vivir sin ti’, uno se reencuentra con su vocación. Al escuchar ‘A tiro de la vida nueva’, me resitúa en mi ser y hacer en esta casa. Y al cantar ‘Titulitis’… Al cantar Titulitis, simplemente me descargo de toda tentación de soberbia y yoísmo a golpe del buen humor de ese Dios que es capaz de descoronarse el triángulo. Que no es poco. “Me meto en cada berenjenal, que un día me van a quitar el carné de cantautor”, bromea. Mira que lo dudo…
SÁBADO 10. Funeral. En la oración, sor Carmela, sor Begoña y Edu. A veces uno busca acompañar en el duelo al otro y confortar. Y, sin embargo, en el abrazo que le doy al marido de Edu, descubro que es el suyo el que transmite fuerza, confianza y fe. La de un padre de familia que lo ha dado todo. Por ella. Por los suyos. Y que tiene fuerza para mucho más.
LUNES 12. Estudio del escultor Javier Viver. El molde de la Bella Pastora, esa imagen que se hizo popular desde el convento burgalés de las Iesu Communio. No puedo evitar dejarme conmover una vez más. Hiperrealismo. La calma en el rostro, las manos en el pecho, la templanza de una mujer encinta, las sandalias reposadas. Orar con el arte. Orar con la paz de María.
MIÉRCOLES 14. Asamblea General de CONFER. Emili Turú. Nos manda a todos al exilio. Y se queda tan tranquilo. No es para menos. O salimos del terreno asfaltado o no veremos crecer la hierba. Ni los religiosos ni los laicos. Tampoco el clero.
