Los cristianos hemos comenzado el tiempo de Adviento. Bueno, mejor podíamos decir que el Adviento ha comenzado y algunos los cristianos lo vivirán, otros no, otros lo estarán atravesando vitalmente sin saberlo… un poco de todo.
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La cuestión es que se abre un tiempo en que conscientemente, si uno quiere, puede ahondar en las fuentes de su esperanza. Dónde se asienta y enraíza tu capacidad en la vida para no desesperanzarte. Qué color tiene tu horizonte, ese que ves irremediable cada mañana o cada tarde y hacia el que te encaminas. A qué saben tus desvelos, tus peticiones de ayuda (¡Ven, Salvador!), tus necesidades menos salvadas. Cómo huelen tus desiertos y esas tierras áridas del alma que querrías que se transformaran en vergeles como anunciaba el bueno de Isaías (o al menos, como mínimo, que fueran una buena porción de tierra húmeda sembrada de algún brote verde). Cómo suenan las promesas de Dios que te mantienen despierto y con la cabeza levantada.
Actúa siempre
Y sí, en el mejor de los casos, celebraremos el Adviento. Es decir, pondremos de nuestra parte nuestra atención, nuestro cuidado, nuestro deseo… y Dios pondrá la suya. Y probablemente, terminará el Adviento, comenzará la Navidad y dentro de cada uno seguirán esas tierras yermas y esos agujeros y algún que otro desengaño, y promesas frustradas, y ausencias, y ganas de más vida plena. Y eso no querrá decir que esto de repetir cada año los mismos “mantras” sea un engaño o que esperar contra toda esperanza sea una engañifa para débiles que no soportan afrontar la cruda realidad. No, no es eso.
Será, simplemente, que vamos creciendo; unas veces con más claridad, otras veces en lo escondido, como la semilla de Mc 4,27, que germina y crece sin que el dueño del campo sepa cómo. Porque es la misma vida que empuja, la que también promete que las cosas van cambiando aunque no lo parezca mucho. Incluidos nosotros mismos. Es la promesa en la que esperamos y por la que somos capaces de esperar… contra toda esperanza. Dios, Amigo de la Vida, actúa. Actúa siempre.
Y para escépticos (¡quién no lo es un poco!), igual ayuda darnos un tiempo y un espacio. Retirarnos, como dice Benedetti, hacer una pausa, contemplar tantos desiertos que llevan dentro un manantial entero por brotar. Aunque para descubrirlo haya que ejercer un poco más la confianza y la mirada y el corazón, “rubro por rubro, etapa por etapa”. Sin miedo a cantarse las verdades. Porque hay una que da sentido a todas las demás: no solo somos capaces de esperar; lo increíble es saber que Él nos espera. Me espera siempre. Y su mirada nos transforma.
Retirarse (M. Benedetti)
De vez en cuando hay que hacer una pausa
Contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.