Si en la anterior entrada del blog hablábamos de la existencia de estructuras perniciosas, en esta voy a introducir algunos ejemplos que creo que pueden ayudarnos a conocer en qué consisten y cómo pueden convertirse en maneras de hacer las cosas que acaben perjudicando a quienes se relacionan con ellas.
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La primera experiencia que tuve de una estructura maligna fue con un grupo de amigos que tenía de joven. Cuando salíamos a cenar juntos los sábados por la noche con nuestro bocadillo bajo el brazo (íbamos a un bar donde consumíamos bebidas y de picar, pero el bocadillo lo traíamos de casa) el principal entretenimiento durante la cena era hacer chanza con alguno de nosotros, o bien porque era del Levante o porque era del Valencia, o porque era alto o bajo, o por cualquier otro motivo.
Por ello, todos intentábamos situarnos desde el principio para evitar ser el objeto de las burlas de los demás. Ni que decir tiene que aquellos que más a menudo resultaban víctimas de las risas comunes eran quienes antes intentaban desviar la atención hacia otra persona para que nos metiésemos todos con ella.
Los partidos políticos también pueden convertirse en estructuras perniciosas. En la medida que muchas veces quien se mueve de la foto queda eliminado del juego y que hay muchas personas que priorizan su objetivo personal al bien común, puede suceder que todos estén dándose codazos por lograr estar el primero de la lista o alcanzar el puesto deseado en la administración en el caso de que sean votados en las elecciones. En estos casos, lo que prima es eliminar a los posibles adversarios y situarse en el partido de manera que se pueda acceder a esos puestos ansiados por muchos. La pelea interna y la competitividad entre personas del mismo partido es lo prioritario y quien no entra en el juego queda eliminado.
El negocio es el negocio
Las empresas también pueden convertirse en estructuras perniciosas. Cuando ante ante opciones éticas o claramente favorables a las personas, algunos directivos te indican “no somos hermanitas de la caridad” o “el negocio es el negocio” se dejan al lado opciones válidas y positivas por el bien común, por otras que tienen sus damnificados y que, a pesar de que son buenas para el beneficio de la empresa (al menos aparentemente) son perjudiciales para la sociedad o para algunos de sus miembros.
He puesto tres ejemplos, aunque podría poner muchos más. Evidentemente, no todos los grupos de amigos son estructuras perniciosas, ni todos los partidos políticos ni todas las empresas. Por supuesto que no, ni lo son ni tienen por qué serlas. Tan solo apunto que depende de cómo organicemos estos colectivos de personas lo serán o no. Depende de quienes monten su estructura serán instituciones muy positivas para sus miembros y la sociedad o pueden convertirse en verdaderas máquinas de perjudicar a las personas.