Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Alianza y contrato


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La primera semana de vuelta a las aulas es un momento propicio para comentar un libro que, aunque editado ya hace nueve años, no pierde actualidad como todos los buenos ensayos. Fue escrito por la valenciana Adela Cortina y contiene una sabiduría en sus páginas que solo algunas personas logran en todas sus obras. El libro al que me refiero se titula Alianza y Contrato. Política, Ética y Religión y fue editado por Trotta.



Como su propio título indica comienza hablando sobre las diferencias entre la alianza y el contrato como maneras de relacionarse en distintos ámbitos (entre los que se incluye, por supuesto, el económico). Quizá esta diferencia se aclara cuando comparamos entre ser aliados de alguien o simplemente ser contratistas. Las implicaciones de un modo y otro de relacionarse son diferentes. Adela nos recuerda en este texto que tanto el contrato como la alianza son importantes en la articulación de la sociedad. Para determinadas relaciones entre personas el contrato es un buen instrumento, mientras que para otras es más interesante la alianza.

Reconociendo el valor de las dos maneras de relacionarse, constata el libro como en estos momentos el contrato está colonizando campos que tradicionalmente han sido poblados por la alianza, especialmente en lo que relaciones sociales se trata y en la construcción de las sociedades en las que vivimos. Esta colonización no parece recomendable para la mejora del bien común porque, como afirma Adela, el contrato se mantiene por una fuerza externa mientras que la alianza tiene su fuerza en sentidos internalizados de pertenencia, de identidad, de lealtad, de obligación y de reciprocidad.

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Además, mantener la cohesión y la construcción del bien común exclusivamente desde el discurso del contrato, de los pactos, de los derechos y los deberes, de la equivalencia entre lo que doy y de lo que recibo y de la búsqueda del propio interés es muy complicado, porque el discurso del contrato no es autosuficiente. Es difícil construir sociedad solamente por la propia conveniencia, porque se piensa que una sociedad justa es lo que me conviene porque en una injusta siempre puedo acabar perjudicado. Cuando buscamos nuestro propio interés es difícil que todos veamos que este se va a conseguir mejor si a todos nos viene bien. Al contrario, es sencillo saltarse el bien común porque nos importa más lo nuestro.

Construir el bien común

Adela describe en el libro cuáles son los presupuestos que necesitamos que existan para que una sociedad basada en el contrato funcione, para que los contratos no se dejen de cumplir porque se priorizan los propios intereses. Solo a partir del reconocimiento del otro y de la comunidad en la que vivimos puede construirse la justicia, solo la ampliación del nosotros permite incrementar un capital social necesario para la construcción del bien común. El libro profundiza en todos estos elementos partiendo de un certero diagnóstico para llegar a unas propuestas interesantes que buscan mejorar la sociedad y a las personas que la componen.