Amarás


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“Amarás”. ¿Se trata de una orden o de una promesa? ¿Quiere decir “¡tienes que amar!”, o se está diciendo “ya lograrás amar”? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas”, la frase recorre la historia entera del pueblo de Israel como un mandamiento, como el primer mandamiento. En labios de Jesús adquiere una nueva luz y se la relaciona para siempre con el “segundo mandamiento”: “y al prójimo como a ti mismo”.

¿Puede imponerse la experiencia de amar como un deber, con una orden? No parece fácil entender así el amor, nuestra sensibilidad se rebela ante un mandato de esa naturaleza. Pero si además de una orden se trata de un anuncio, de una promesa, entonces el mandamiento se transforma, debemos amar porque es posible hacerlo y si lo intentamos se puede lograr. Nos hemos acostumbrado demasiado a determinadas palabras, no emociona que se nos diga “amarás al Señor tu Dios”, no estremece que se nos anuncie que es posible amar a Dios. “Amarás”, sí, tienes que hacerlo porque puedes hacerlo.

En nuestro mundo y nuestros días no es fácil decir ni escuchar el mandato: ¡Debes amar a Dios y al prójimo! En este amanecer del segundo milenio ¿es eso acaso posible? Si nos dejamos conmover por las informaciones que nos asaltan a cada minuto estamos autorizados a dudar, es tanta la sangre, la mentira, la injusticia, que no podemos evitar la pregunta ¿se puede? ¿aún estamos a tiempo? Es en ese momento de la perplejidad cuando urge rescatar la expresión “amarás” al menos como promesa, como iluminadora y consoladora promesa.

Quizás también sea este el tiempo de continuar escuchando la frase completa: “con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” y atrevernos a cambiar la entonación de nuestra voz al repetirla. La hemos oído infinidad de veces en un tono imperativo que subraya la palabra todo. Con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. La orden de amar no deja espacio para ninguna vacilación. Y es verdad, así es el amor.

Pero también podemos escuchar el mandamiento de otra manera y subrayar la palabra tú. Con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Con ese corazón, alma y fuerza que cada uno tiene, como cada uno puede, de la forma que cada uno logre hacerlo. “Amarás”, “como tu puedes”, esa es la promesa que nos da las fuerzas para cumplir los dos mandamientos que son uno, “a Dios y al prójimo”.