Amor. Pocas ideas despiertan tanta energía en interés. Y a la vez pocas cosas son tan escurridizas y difíciles de definir como el amor. ¿Quién podría abarcarlo? Desde que somos humanos, muchos lo intentamos, desde la filosofía, el arte, la psicología o las neurociencias para regresar una y otra vez al silencio o a la reinterpretación. Aún así, si de algo estamos seguros es que todos queremos al menos un pedacito de él. El amor es un anhelo, o mínimamente una inclinación.
El amor, inclinación y hábito para el encuentro
Desde el amor, en ti y en mi existe esa propensión para acercarnos a otros con un fin benéfico y armonioso que culmina en paz. El amor abarca al cuidado, la ternura, la protección, el cultivo, el crecimiento, la gentileza y la cordialidad. Sabemos que si se rompen la armonía y el bien, el amor decrece o no hay amor. Pero si esta aproximación tiene éxito se corona en tranquilidad y mayor interés por que la experiencia se repita. Y ojalá se volviera habitual. Genial, el amor es inclinación y hábito para el encuentro.
Y en este punto llegamos al parteaguas de la definición conocida. Reconocemos esa emoción vibrante que nos genera el encuentro positivo y respondemos con un entusiasta Eureka, de aquí soy. El amor abarca la simpatía, la atracción, las mariposas en el estómago, el arrebato, el suspiro y la sensualidad, así como también la cortesía, la amistad y la camaradería. Inicialmente decimos que el amor es sensación y sentimiento, para después descubrir que no basta con sentir bonito, pues el amor pleno abarca mucho más y conecta todo nuestro ser. Sensacionamos, sentimos, pensamos creamos, nos relacionamos, ampliamos nuestros horizontes y también optamos por amar. Al ejercerlo, descubrimos que no se limita al sentimiento, sino que nos convoca incesante a la integralidad. Con trabajo de toda una vida el amor se vuelve hábito. Como dicen los poetas, todo un arte es aprender a amar.
El amor, entretejido en nuestra esencia
Vemos al amor entonces como inclinación y hábito para el encuentro armonioso, benéfico e integral. Con la práctica una y otra vez confirmamos que el amor es la última causa que impulsa a crear. Solo crea quien ama. Solo se trasciende por amor y en amor. Y en silencio quizá regresemos al misterio, al origen amoroso de creatura y Creador. La teología se suma a la lógica y reconocemos que esa inclinación al encuentro es también divinamente infundida, y le llamamos Gracia. (ecWiki, 2018). Gracia que nos reconecta con la plenitud de Dios y nos convoca, con conciencia renovada, a actuar. El amor abarca misericordia, pacto inquebrantable, generosidad, talentos, perdón, justicia y paz.
Algunos recibimos la Buena Nueva, que desde el origen de los tiempos y superando toda contingencia, hemos sido amados, desde siempre y sin cesar (Jn 3,16). La fe cesa como historia aprendida y evoluciona a convicción fundada en el amor religioso. La ciencia coopera con la teología al descubrir que los átomos en nuestros cuerpos son genuinamente polvo de estrella y que tenemos la misma edad que el Universo. Entonces, la sola posibilidad de que los alientos de vida y conciencia sean parte del orden natural de las cosas nos maravilla. Nuestra inclinación inicial se vuelve también reverencia. El amor abarca entonces azoro, alabanza, fervor, consuelo y encomienda confiada del espíritu. El amor es doble inclinación y hábito divinamente infundidos para el encuentro armonioso y benéfico. Nos evoca humildad, esperanza y serenidad, pues tenemos la certeza de que el Amor, entretejido en nuestra esencia, no pasará jamás.
Referencia. ecWiki (2018). Gracia Actual. http://ec.aciprensa.com/wiki/Gracia_Actual