(José Lorenzo– Redactor Jefe)
“No hay universidad católica que no se precie de tener una facultad de Ciencias de la Información, pero la batalla por la comunicación generalista sigue siendo una asignatura pendiente para la Iglesia. Falta valentía y sinceridad para afrontar las causas y sobran los teóricos”
Se confirma: el apagón analógico no ha traído consigo más luces a la programación televisiva de los canales de la TDT. Lo cutre se ha enseñoreado del prime time, la ideología ha desterrado al análisis y la quiromancia triunfa como ciencia motriz. Antes al contrario, pareciera que el apagón ha sido también mental.
Coincidiendo con este fenómeno, la única televisión católica que hay en España, Popular TV, ha dado un nuevo paso en su errática marcha y se ha transfigurado en una cosa extraña, no digo sobrenatural, pero que no parece de este mundo. Aquel proyecto que nació para seguir el modelo de COPE en la radio es ahora Popular Mariavisión tras el desembarco de un empresario mexicano que llegó con un talonario para cubrir el importante déficit. La cosa estaba tan delicada que la CEE, accionista mayoritario, cedió de inmediato la gestión, aún cuando el nuevo timonel tiene sólo el 8% del accionariado.
Juan Pablo II regaló una frase de fácil consumo y difícil concreción: “Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo”. Popular Mariavisión sigue siendo católica, por supuesto, pero con unos modos exitosos en otras latitudes de difícil injerto aquí. Sin embargo, no se puede decir que sea moderna; si acaso anti, a la antigua usanza.
Quizás el problema de esta televisión es que nació más como una pulsión que como fruto de una reflexión complementada con un estudio de mercado, un plan de desarrollo y, sobre todo, un modelo de comunicación para quienes son católicos (o no) y quieren una televisión seria, profesional y donde los valores fluyan de manera natural. Porque, aunque algunos no lo crean, la inmensa mayoría de los católicos somos personas normales, con suficiente criterio y madurez, algo en lo que nadie parece haber reparado.
No hay universidad católica que no se precie de tener una facultad de Ciencias de la Información, pero la batalla por la comunicación generalista sigue siendo una asignatura pendiente para la Iglesia. Falta valentía y sinceridad para afrontar las causas y sobran los teóricos de la nada que han cocinado este desaguisado.
En el nº 2.708 de Vida Nueva.