Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Atada (IV): vejez temporal


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A veces la vida nos ofrece oportunidades, disfrazadas de sufrimiento, que nos permiten adelantar aprendizajes. Llevar un mes y medio “atada” por mis brazos fracturados (como ya he escrito en las semanas anteriores) me ha ayudado a “asomarme” a lo que será mi vejez con toda su complejidad y fecundidad en el crecimiento psico espiritual.



Todos estamos destinados a ser personas mayores y, mientras antes desarrollemos las musculaturas para disfrutar de esta etapa de la vida y ser un aporte (y uno una carga) para nosotros mismos y los demás, mejor para todos.

Distintas películas

A medida que pasan los años, podemos interpretar diferentes guiones en nuestra “historia” personal, como son las pérdidas de poder, salud, juventud, influencia, vínculos, bienes, seguridad, personas queridas, estatus, propósito de vida, atractivo físico, capacidades cognitivas, rapidez, y muchas más, que se entrelazan con la posibilidad de tener más tiempo, libertad, madurez, claridad, sabiduría, desapego, autenticidad, experiencia, autoconocimiento y asertividad.

Frente a los “escenarios” que se nos comienzan a presentar, lo mejor es aprender rápidamente a adaptarse y a buscar un nuevo comienzo en nuestras vidas. “Lo que se acepta duele menos” es una frase que me ha acompañado como mantra en este tiempo de fragilidad física y fortaleza espiritual. Mi asomo a la vejez me ha obligado a explorar nuevos caminos, comidas, costumbres y hábitos, que demuestran que nunca es tarde para aprender y disfrutar aún estando atada. También he sucumbido a ratos a quedarme anclada en el pasado y amargarme, pero sé que eso me daña y daña a los demás.

Procesos espirituales

Este tiempo de “stand by”, por una parte, me ha dado la oportunidad de reencontrarme con mi herida madre, intentar sanar mi historia y acallar los demonios que me han atormentado por 50 años. De a poco he podido ir recuperando más paz y libertad interior, aceptándome y valorándome más. El modo vital de ser “copiloto” se ha ido mutando y he comenzado a “manejar” mejor y ser capaz de sentirme amada y cuidada como persona y no por mi hacer o por complacer.

Ha disminuido la tensión del deber ser y una lealtad mal entendida a la imagen, pudiendo validar un poco más mis sentimientos y sentirme una persona de derecho. Ser auténtica y coherente con mis necesidades me da permiso para ser feliz con toda mi fragilidad y ambigüedad. Despojarme de la juventud y aceptar mi edad, sin máscaras ni mentiras, me ha espantado a ratos la soledad mordiente, liberándome de manías, prejuicios y rigidez. Que otros hagan todo por ti ha sido un postgrado de desapego personal. Es increíble ser consciente de las infinitas esclavitudes que cargamos.

Identidad flexible

“Si la historia aún no tiene un final feliz, es que la historia aún no ha terminado”, es una frase inspiradora que alienta a seguir adelante, aun cuando la adversidad parezca un muro infranqueable. La certeza de lo que soy, será el fruto de un espíritu lleno de Dios, de esperanza y fe en su voluntad. La flexibilidad vendrá por añadidura de la capacidad de aprender en todo momento y de todas las circunstancias con gratitud y asombro.

Sé que ahora me voy a mejorar. De hecho, ya puedo escribir con menos dificultad, pero no quiero olvidar mi “vejez temporal”. No quiero volver a una vida anestesiada por la adrenalina de una agenda de locos, creyéndome supermujer o ilimitada. Con amor y buen humor, quiero “desenseñarme” de todo lo que mis brazos tomaban antes, para aprender a abrazar las pérdidas, a renunciar, a aprender a valorarme en lo esencial, a reírme, a adaptarme, a dejarme cuidar, a llorar y, finalmente, a vivir atesorando todos los rostros y vivencias que habrán de venir.

Veo cierto que este tiempo no es casualidad, sino que es ocasión de sembrar las semillas para vivir una vejez despojada de esclavitudes tontas y vivir en bienestar, feliz, sana, flexible y con una identidad tan madurada, que me permita ser un verdadero aporte para los demás y morir tranquila y agradecida a Dios.