Alberto Royo Mejía, promotor de la Fe del Dicasterio para las Causas de los Santos
Promotor de la fe en el Dicasterio para las Causas de los Santos

Baba Simon: el primer camerunés cercano a los altares


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Misionero incansable y de vida azarosa, fue declarado venerable por el Papa Francisco el sábado 20 de mayo de 2023, mientras los cameruneses celebraban el Día Nacional de Camerún, también conocido como Día del Estado Unitario (fête nationale de l’etatunitaire). Tuvo la particularidad de ser uno de los primeros sacerdotes nativos del país y el primero misionero salido de aquellas tierras, aunque su misión no le llevó a lugares lejanos sino a una zona remota del mismo Camerún dominada por los musulmanes y con total ausencia de cristianos cuando él llegó. No así al final de su vida.



Simon Mpeke nació en 1906 en  Batombé, un pueblo cercano a Édéa, en un afluente del río Sanaga. Su padre, Yomba, cultivaba mandioca, palma aceitera y plátanos en esta región boscosa, y también pescaba. Procedía de una familia de jefes; su primo, Mbomè e Pep Ekitè, era jefe de los Adie, uno de los trece clanes de la etnia Elog Mpoo. Algunos de los Elog Mpoo hablan ati, una lengua próxima al ewondo, y son más conocidos como bakoko. Los Mpoo vivían en un territorio que compartían con los Bassa, más numerosos.

Visión favorable de la fe

Sigue habiendo dudas sobre el año de nacimiento de Simon Mpeke. En los registros del seminario menor de Mvolyé figura el año 1906; en cuanto a su edad, el Siervo de Dios se referirá siempre a esta fecha oficial. Sin embargo, en la presentación de candidatos para la elección de un obispo auxiliar, dirigida al papa Pío XII, monseñor Bonneau indica que Simon Mpeke nació en 1898 y hay quien sitúa la fecha en 1903.

Aunque era pagano, el padre de Mpeke y su familia tenían una visión positiva y una opinión muy favorable de la labor de los misioneros palotinos alemanes que años antes habían llegado a aquella región. Eran conscientes de que la escuela era clave para el futuro de sus hijos. En 1912, Yomba y su hermano matricularon a sus hijos, Mpeke y su primo Moupatam, en la escuela de la misión católica de Édéa. No se sabe bien la edad qué tenían, probablemente 8 años, pero sin duda los escolares debían ser valientes, pues tenían que recorrer 6 ó 7 kilómetros para llegar a la escuela.

Fascinado por Jesús

Al estallar la Primera Guerra Mundial, las tropas francesas, belgas y británicas invadieron la colonia alemana en 1914 y la ocuparon durante la campaña de Camerún. El último fuerte alemán para rendirse fue el de Mora en el norte de la colonia en 1916. Tras una interrupción debida a la guerra, las clases se reanudaron en las escuelas del país y Mpeke pudo obtener su certificado de estudios primarios en 1917.

Fascinado por el cristianismo desde su infancia, fue bautizado a los 12 años, el 14 de agosto de 1918, por el padre Louis Chevrat, misionero espiritano, con Simon como nombre de pila. Desde entonces se llamó Simon Mpeke. Al día siguiente de su bautismo, Mpecke hizo la primera comunión y dos años después recibe la confirmación, empezando a dar clases en la escuela parroquial. Este joven, lleno de talento y promesas, estaba ya en edad de pensar en el matrimonio, según las costumbres de su tierra. Con el consejo de su padre, Simon eligió a Monique Ngo Yog, que era más joven que él y pertenecía a un grupo de muchachas de la misión, pues los misioneros buscaban protegerlas de los matrimonios precoces. Con toda probabilidad Simón la conoció en la misa dominical.

Paso al sacerdocio

Sin embargo, el idilio no iba a durar mucho, pues en estos años Simon comienza a darle vueltas a la idea de ser sacerdote, atraído por el ejemplo de los que conocía. Será en 1923 cuando toma la decisión definitiva. En aquel momento, había recelos sobre la formación de un clero indígena, había dudas sobre la adaptabilidad de los jóvenes del lugar a la formación sacerdotal, pero con espíritu pionero el obispo Vogt creó un seminario para cuatro aspirantes indígenas. Entre los primeros alumnos estuvo Mpeke, que asistió a él a pesar de la oposición de su padre, debido a que lo tenía destinado a convertirse en jefe local. Sin embargo el joven Mpeke estaba decidido y con la ayuda del obisp permaneció en el seminario mayor durante nueve años. Fue ordenado el 8 de diciembre de 1935, formando parte de la primera promoción de sacerdotes ordenados en Camerún.

Baba Simon

Baba Simon

Al año siguiente, fue nombrado vicario en la parroquia de Ngovayang. Durante su estancia, parece que haya influido en la redacción del «Reglamento para la vida de los sacerdotes diocesanos en Camerún» de monseñor Vogt: además de la obediencia, la humildad y la castidad, la importancia de los ejercicios de piedad, la prudencia en las relaciones con la población, especialmente con las mujeres, y el alejamiento de la familia. En su primer destino pastoral se le recordaba con el pasar de los años como un sacerdote lleno de celo, muy sobrenatural, que hacía cosas increíbles y daba su tiempo sin reservas.

Espíritu tribal

En 1947 fue trasladado como coadjutor a New-Bell, cerca de Duala. Era un lugar completamente distinto del anterior: un barrio joven, multiétnico y con una población en auge. Estaba muy comprometido con los jóvenes y tenía la ventaja de conocer muchos idiomas, lo que le ponía en fácil contacto con los lugareños, cuya vida vivía de forma sencilla y pobre. Sin embargo, su obispo Bonneau señalaba algunas de sus limitaciones, que se refieren a su escasa capacidad administrativa, su dificultad para llevar a cabo iniciativas, su conexión con el espíritu tribal de su pueblo, que le aleja del clero europeo, por lo que se le calificaba de “un poco racista”, un defecto de juventud que con el tiempo corregirá.

La tercera etapa de su labor sacerdotal, en 1951, le lleva al norte de Camerún, como misionero en tierras muy diferentes a su región de origen. Había leído años antes  por casualidad un artículo en el que se enteró de la existencia de enteras poblaciones paganas en el norte de Camerún. La lectura de este artículo fue el acontecimiento que transformó su visión pastoral, a partir de entonces, según su propio testimonio, sintió una gran deseo de acercarse a esas personas. El sur, de mayoría bantú, se había pasado en gran medida al cristianismo, mientras que el norte, habitado por poblaciones de origen sudanés, estaba bajo dominio musulmán. Los pueblos de las montañas, que seguían apegados a las religiones tradicionales, eran llamados kirdi, “paganos”, con sentido despectivo por los musulmanes.

Vida marcada

En estos años ha conocido a los Hermanos y las Hermanas de Jesús, inspirados en la espiritualidad de Carlos de Foucauld, que marcará a partir de ahora toda su vida, desde el principio sintió que había encontrado “el camino que buscaba desde hacía mucho tiempo”. Junto a ellos irá a Mayo-Ouldémé, urgido en particular por Sor Magdeleine de Jésus, donde hará su noviciado, por lo que ingresó en el Instituto Secular de los Hermanos de Jesús en 1953. Fue uno de los cofundadores de “Jesus Caritas” a nivel internacional, y su primer responsable en África.

Acabado el noviciado, vuelve en 1954 a su tierra con la idea de fundar en Camerún un grupo de sacerdotes que compartan la misma espiritualidad, pero la cuestión de la evangelización en el norte del país seguí abierta, por lo que busca compañeros que pudieran seguirle allí y en febrero de 1959, a petición del obispo Yves Plumey, va  a Tokombéré, en la diócesis de Maroua-Mokolo, para vivir entre los Kirdis como sacerdote Fidei donum, allí comparte su vida de pobreza y lucha contra la miseria, con una evangelización marcada por la oración y la caridad, precisamente como Carlos de Foucauld. En esta época tenemos se le recuerda por su sencillez:

“Durante sus sermones, ponía siempre el ejemplo de Carlos de Foucauld y hablaba de San Francisco de Asís, tenía una sencillez incomparable. Recuerdo que no se acostaba en la sábana: le hacías la cama y cuando venía, quitaba la sábana, la retiraba, a veces ponía una estera de junco, a veces quitaba la estera y se acostaba en el colchón de paja. Era tan sencillo que la gente se preguntaba por qué era tan sencillo. Se relacionaba con todo el mundo”.

Como Foucauld

También él, como Carlos de Foucauld, encuentra musulmanes en la zona, ¿cómo conseguir acercarse a esa población? Comienza con una escuela para niños y adolescentes, y como no hay edificios las clases se imparten bajo los árboles. Será aquí que su legendaria bondad hará que pronto se le conozca como “Baba”, que significa padre, patriarca, sabio y guía. Muy querido y respetado, también fue propuesto como auxiliar de su obispo.

Sin embargo, pronto se encuentra en desacuerdo con los Hermanos, principalmente debido al diferente acercamiento a la población. Se trata de diferencias de mentalidad, los Hermanos son europeos «liberales», se podría decir, que permiten a los Kirdi seguir sus costumbres incluso en su vestimenta, mientras que Baba Simon es más rígido, viene del sur donde las costumbres son más tradicionales, por lo que decide separarse y se traslada a Tokombéré. Allí se encuentran el doctor italiano Giuseppe Maggi, que trabaja en el hospital, y un pequeño grupo de monjas, donde podrá ejercer un ministerio de misericordia y acercamiento humano a esos musulmanes que lo acogen con gusto.

Verdadero impulso

Aquí elige una vida de pobreza cada vez más radical y se pasará la vida luchando contra la miseria, a la que califica de “enemiga del hombre”. A través de la escolarización, sus instalaciones sanitarias, su compromiso contra la injusticia, su trabajo con jóvenes y su llamamiento a la fraternidad universal, dará un verdadero impulso al progreso del pueblo kirdi, entre el que, por su profunda vida de oración y su característica sonrisa, se convierte en un brillante testigo del amor de Dios.

En 1962 visita Europa y Tierra Santa, y participa en el encuentro internacional de la Unión de los Hermanitos de Jesús. Tras esta pausa, retoma su actividad misionera, descubriendo cada vez más el sentido de las religiones tradicionales africanas y el reconocimiento por parte de éstas, en particular en la religión de los Kirdi, de un Dios superior y creador, de hecho, los kirdi no rinden culto a los antepasados,  lo cual ayuda a su labor misionera.

Esto le impulsa cada vez más a entrar en contacto también con los ritos de los nativos: durante uno de ellos come la carne del animal sacrificado. Está convencido de que ésta es la forma que tienen esos pueblos de relacionarse directamente con el Dios Uno. Respeta la religión tradicional de su tierra sin dejar de creer profundamente que el cristianismo, que es para él la única religión verdadera, es la realización plena de lo que se busca en esa religión. El día de Pascua de 1964 bautiza a los 12 primeros jóvenes de aquellas tierras.

Llevar la educación

En aquella región que durante mucho tiempo había sido olvidada por la administración del país, decidió también  llevar la educación a los hogares, a los padres, dándoles la oportunidad de asistir a la “escuela bajo el árbol”, una escuela a la vista de todos, en el corazón mismo de la vida de los Kirdis. Para los hijos construyó la escuela Saint-Joseph en Tokombéré y fue autorizado a abrir otras escuelas en Bzeskawé, Rindrimé y Baka. También creó un internado para chicos y otro para chicas, dirigidos por las Siervas de María. Gracias a sus escuelas, sus centros de salud, su lucha contra la injusticia, la tutoría de los jóvenes y su llamamiento a la fraternidad universal, consiguió un verdadero progreso para el pueblo kirdí, durante demasiado tiempo dejado de lado por el resto del país.

Baba Simon se comprometió con la promoción humana de esas personas a través de la escuela y el hospital, pero no era tarea fácil: En 1960, Camerún era ya un país libre y las escuelas misioneras se vieron discriminadas. Para las autoridades del nuevo Estado, era evidente que, mientras que el sur estaba ampliamente cristianizado, la identidad del norte debía estructurarse en torno al Islam y a las jefaturas musulmanas y tradicionales. Por eso, casi todos los prefectos y subprefectos nombrados en los territorios administrativos del norte eran musulmanes. Frente a esta voluntad política, las iglesias cristianas parecían cuerpos extraños, que promovían valores y modelos opuestos y socavaban el sistema político. No faltaron los problemas: obstrucción, errores de cálculo, discriminación de alumnos en época de exámenes; pero Baba Simon se mantuvo firme cuando no se respetaba la equidad con los alumnos de sus escuelas.

Misión sanitaria

Desde el punto de vista sanitario, era necesario superar los prejuicios de la población, que consideraba la enfermedad como un castigo de Dios y abandonaba a los enfermos. No faltaron las dificultades; en su diario se describe una crisis interior, agravada por la muerte de un joven de Madva, asesinado por un golpe de lanza tras un altercado. Para defender la dignidad de su trabajo fue incluso a visitar al primer ministro de la nación en Yaoundé, al que conocía de tiempos pasados; el mandatario le escuchó y apoyó, y hasta le dio un cheque para ayudar a su labor con los niños del norte.

Baba Simon

Baba Simon

Siguió viajando con frecuencia, la primera razón era encontrar la ayuda que necesitaba para su labor en favor de los kirdíes, especialmente para los alumnos y los internos. Así, viajó a Francia, Suiza, Italia, España e Israel, buscando ayudas para esa ingente labor. En diciembre de 1974, agotado por el trabajo misionero y en un momento de crisis espiritual, decidió tomarse un tiempo de renovación espiritual con los Hermanos de Jesús. Sentía una gran desolación interior, que le llevaba a escribir:

“Me he vuelto menos en todo: menos rezador, menos celoso, menos todo… Y lo que es infinitamente angustioso es que me he vuelto totalmente incapaz -la experiencia está ahí- de remontar la vertiginosa pendiente de mi precipitada caída al vacío. ¿Qué puedo hacer? ¡De profundis clamavi ad te domine, Jesús, veni libera me!”.

Noche oscura

Se trataba de una auténtica noche oscura, como la de muchos otros santos. Acompañada en este caso de una creciente debilidad física. Llegó a París en mayo de ese año, pero su salud ya era precaria, estuvo hospitalizado y cuando a finales de julio tomó el avión de regreso a Douala, no podía andar, tenía que utilizar una silla de ruedas. Murió poco después, el 13 de agosto en Édéa, dejando la huella hermosa de una vida enteramente dedicada a Dios y a los hombres. Al día siguiente se celebraron los funerales con una gran multitud de fieles. aunque fue enterrado en su querida misión de Tokombéré.

Como sacerdote de Camerún, Baba Simon tuvo que aprender todo de los buenos misioneros extranjeros que habían evangelizado su región, pues no existía el clero local, y pronto le llegó el momento de ser él también misionero y construir con un estilo nuevo. Supo evitar los extremos peligrosos de, por una parte, intentar evangelizar solamente “a la europea” copiando el modelo que había recibido y, por otra, encerrarse en su cultura sin abrirse a la universidad de la Iglesia. Supo mantenerse en el punto medio, donde según los clásicos se encuentra la virtud. Y el resultado fue una huella difícil de borrar.