José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Bendiciones sin mérito


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Vaya alboroto eclesiástico que ha surgido a raíz de la ‘Fiducia Supplicans’ (Confianza Suplicante), Declaración sobre el sentido pastoral de las bendiciones, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Además de que grupos simpatizantes con las comunidades LGBTIQ+ la consideran insuficiente, limitante y excluyente, del otro lado, sectores en muchos casos opuestos a lo que diga el Papa Francisco, la califican de confusa.



Me parece que, desde esta óptica, hay confusión entre algunos fieles cuando se enteran de que ya se puede bendecir a parejas homosexuales o en situaciones irregulares, casi siempre divorciados vueltos a casar.

Sin embargo, la Declaración es sumamente clara, en mi opinión, al enfatizar dos elementos que evitan cualquier embrollo conceptual: en primer lugar, insiste en que tales bendiciones no pueden equipararse al sacramento del matrimonio y, por otra parte, distingue entre bendiciones litúrgicas -con ritos establecidos y protocolos culturales- y pastorales -casi espontáneas y sin rituales comunes-. Las referidas estarían en este segundo rubro.

¿En dónde, pues, reside el enredo? He leído muchos textos, en verdad escandalizados y tildando a Francisco de hereje, que afirman lo siguiente: al bendecir a esas parejas se está elogiando su conducta, que es intrínsecamente pecaminosa. Las bendiciones, de acuerdo con esta tesis, estarían reservadas para las personas que “se portan bien”.

Sin embargo, hay muchas bendiciones -ni litúrgicas ni pastorales– que forman parte de nuestro lenguaje coloquial y cariñoso, y otorgadas sin mérito de por medio.

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Foto: EFE/EPA/TIAGO PETINGA / POOL

Cada vez que corro un maratón le pido a personas cercanas su bendición. ¿Me la otorgan sólo si me preparé bien para la carrera, con entrenamientos extenuantes y rigurosas dietas? ¿El religioso gesto supone que, gracias a él, disminuiré mis tiempos y estableceré un nuevo récord personal? No. Es sólo con el deseo de que “me vaya bien”, entiéndase lo que se quiera entender con tal expresión.

Las mamás que bendicen a sus hijos cuando salen de viaje, se van a casar, presentarán un difícil examen, o se dirigen a una cita médica: ¿condicionan su personal ritual o lo hacen sólo por amor? Obvio. Lo segundo. Y hasta los niños, casi bebés, que le persignan la frente a su tía abuela cuando se va al trabajo: ¿le exigen algún tipo de comportamiento para merecer tal muestra de cariño? No. Lo que quieren es mandarle “buenas vibras”.

Pues de este tipo de caricias espirituales se quiere privar a las parejas homosexuales y de divorciados vueltos a casar… aún y lo indique y permita Francisco de Roma.

Mientras tanto, ocupados en estas reyertas casuísticas, desaprovechamos la oportunidad de debatir sobre lo verdaderamente importante: el posible acceso de esas parejas al sacramento del matrimonio.

Hace dos años escribí en estas mismas páginas: “Mientras no se les permita a los homosexuales casarse por la Iglesia, y se les siga negando el sacramento del matrimonio, es decir, la gracia, se les estará obligando a ser célibes para toda la vida. Espero que no nos lo reclamen en el cielo“. Hoy lo suscribo.

Pro-vocación

Hoy es Noche Buena. De seguro nos reuniremos con familiares y amigos para intercambiar buenos deseos. Ojalá no sólo esperemos que el Niño Dios nos traiga la paz, la justicia, la verdad y el amor, sino que hagamos lo posible por conquistarlas y compartirlas. ¡Feliz Navidad!