Después de 13 años escribiendo un blog denominado “Confesiones de un médico”, me surge la oportunidad de colaborar en Vida Nueva, en lo que espero sea una aportación interesante. Tal como he hecho en el pasado, quisiera ser capaz de ofrecer la visión de un médico clínico en activo sobre las realidades del día a día de un hospital y, desde ellas, reflexionar sobre otros ámbitos.
Una visión que intente aportar esperanza, en un contexto difícil como es el que atraviesa el sistema sanitario público español, inmerso en una crisis que comparte con muchos otros campos sociales. A pesar de la cual, sigue funcionando y sirviendo a la ciudadanía en sus necesidades de salud, sean estas más o menos graves.
Sentido en el evangelio
Desde una práctica médica que busca en el evangelio el sentido de lo que hace, del trabajo, de la entrega, de la misma enfermedad y de la muerte. Que se pregunta casi a diario, tal como le preguntaban a Jesús en sus días: ¿qué debo hacer? En definitiva, me planteo cómo debo ejercer la medicina para que, además de ser mi forma honesta de ganarme la vida, pueda servir de apoyo humano a mis semejantes en el momento de vulnerabilidad y angustia que acontece cuando se afronta una enfermedad grave, sea en carne propia o en la de las personas queridas.
Compartiré con ustedes mi vida en el hospital, con sus luces y sombras, sus alegrías y sus amarguras, en esta etapa de una vida profesional ya avanzada; con 62 años ya mediados, se posee una experiencia que posibilita una lectura de la realidad con algo de perspectiva. Les pediré sus oraciones por los enfermos y por quienes les cuidamos, y les ofreceré las mías, intentando tejer una red de solidaridad y cercanía que nos ayude a seguir adelante en este camino de la vida, cada uno en las circunstancias que atraviesa, en su contexto, en su momento vital. Comencemos, pues, este camino, y ojalá sea largo y fructífero.
Apunte biográfico
Por cierto, para que nos conozcamos mejor, les dejo un breve apunte biográfico. Nací en 1960 en Zaragoza, en una familia numerosa, siendo yo el menor de nueve (cinco hermanas y cuatro hermanos). Estudié en el colegio de jesuitas. Luego, medicina en mi ciudad, para entrar en 1983 en el noviciado de los jesuitas.
Me llevó cinco años darme cuenta de que no era mi ‘via ad Deum’ y retornar a mi vocación primera. Especialidad en medicina interna en Barcelona en la época de otra pandemia, el SIDA; tiempos laboralmente difíciles, trabajos precarios, hasta consolidarme en el sistema sanitario público. Ciudades distintas, hospitales diversos, afectos y desafectos, médico y cristiano como señas de identidad.
Voluntariado médico en Centroamérica primero y en África subsahariana después. Una nueva pandemia que ha golpeado a nuestro país, a nuestro mundo y a nuestra forma de ejercer, nuevas realidades y nuevos retos. Siempre en la búsqueda de un sentido mayor a lo que vivimos, de una trascendencia “que mira ante todo a Dios y solo de Dios deriva su esperanza y su fuerza”, como dijo monseñor Romero.